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4 de Marzo de 2021

Surf, política y libertad

Luis Lacalle Pou tiene en su haber tres cualidades que lo fortalecen: el surf, la política y la libertad. Esa mezcla, que parece poco “formal”, tiene toda la coherencia para comprender desde dónde provienen las intenciones que prescriben las decisiones de su gobierno.

Por Guillermo Bilancio
El mandatario presentó este martes un balance de su gestión ante la Asamblea General (Transmisión oficial)
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Guillermo Bilancio

Guillermo Bilancio es Consultor en Alta Dirección y profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez 

Es difícil gobernar. Es difícil satisfacer a los votantes en tiempo y forma, y atender las distintas percepciones de las promesas de campaña. Es difícil satisfacer las exigencias de una coalición que se alineó para ganar la elección y que demanda una activa participación en las decisiones. Es difícil negociar con una oposición que antes de cada discurso, comunicación o decisión, está esperando con una piedra en cada mano.

Y todo es más difícil si ocurre durante el primer año de gobierno, en el cual lo imprevisible es más imprevisible por una pandemia que puede trastocar y retrasar lo previsto. Porque nunca se puede ver el fin desde el principio; es difícil gobernar. Y quien sabe de esto es el presidente Luis Lacalle Pou, que una vez más puso a Uruguay en un lugar de privilegio, en este caso por el manejo de la pandemia, pero especialmente por su estilo y comportamiento democrático.

Con todo este escenario complejo, es el presidente con mayor aceptación popular en América Latina tras un año de pandemia (64% de aprobación), y tal vez uno de los que han gozado de mejor imagen en la región. Para muchos una sorpresa, pero todo tiene su explicación.

Explicar la capacidad para gobernar implica entender que todo está asociado a un sistema de valores que rige el espacio político. No es conocimiento, es intención, y para eso resulta esencial el origen y las experiencias vividas que conforman el sentido común del gobernante. Y Luis Lacalle Pou tiene en su haber tres cualidades que lo fortalecen: el surf, la política y la libertad. Esa mezcla, que parece poco “formal”, tiene toda la coherencia para comprender desde dónde provienen las intenciones que prescriben las decisiones de su gobierno.

Luis, -como yo lo llamo-, es surfista desde siempre. Es una filosofía de vida en la que se integra la destreza, el equilibrio y, esencialmente, la convivencia. No sólo porque hay que deslizarse y “domar” una ola, sino que para ello hay un entorno en el que se convive, se respeta y se reconoce al otro. Así de simple.

Luis viene de un origen familiar político, de una generación de presidentes que lo llevó a interesarse por la política, pero desde una perspectiva diferente. Alguien diría que fue y es un rebelde. Yo creo que simplemente es un distinto que habla de evolución antes que de transformación, que hay que mirar hacia atrás lo necesario y hacia delante todo lo posible, dejando en ridículo la vieja discusión de izquierda y derecha para integrar las mejores ideas sin dogmas.

Ahí aparece su capacidad política, para que con ejes y valores tan simples como claros se pueda conducir la gestión. Su obsesión por la libertad es otro de los atributos fundamentales que constituyen su fortaleza. Luis tiene claro su propósito cuando finalicen sus cinco años de mandato: “Quiero que los uruguayos sean más libres”, repite incesantemente, casi como una obsesión.

Pero cuidado, que la libertad no es la “liberación” propuesta por la vieja izquierda ni el “libre albedrío” sin Estado promulgado por la vieja derecha. Luis sabe que para la libertad hay que ayudar y en ese punto hay un claro convencimiento de un Estado presente en la educación, la salud, la justicia, la seguridad y en el apoyo al crecimiento económico. Estado presente y no omnipotente. Como vemos, todo es coherente.

El surf es convivencia, destreza y libertad. La política es evolucionar hacia condiciones que den soporte para la libertad, y para eso se requiere también destreza política para lograr la convivencia social que facilite el camino.

Gobernar es difícil en un mundo transitorio, ambiguo, complejo, donde hay que afrontar la inmediatez, la desigualdad y las carencias. Eso no es sólo gestión, ni tampoco una oferta de promesas de supermercado. Es tener un propósito, un eje, equilibrio, habilidad y audacia. En definitiva, ser un surfista, con lenguaje político y obsesión de libertad.

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