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3 de Abril de 2021

Avanzando a una nueva aula

La teoría de los cursos no volverá a ser enseñada directamente por los profesores y serán los alumnos que por su cuenta estudien esto. Por su parte, las clases serán un espacio de encuentro para experimentar lo estudiado, aprender haciendo y hacer prácticos los conocimientos.

Por Óscar Bidiña
Cada día serán más los que se sumen a la educación híbrida, que combina sesiones online y presenciales (Agencia UNO/Archivo).
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Óscar Bidiña

Óscar Bidiña es Profesor

La educación como la conocíamos hasta 2019 no volverá. No es que la pandemia impida regresar a clases de forma permanente, sino que en más de un año de encierro, videollamadas y envío de material a los hogares de los alumnos, la forma como entendemos una clase comienza finalmente a cambiar.

La cátedra de 90 minutos con un profesor exponiendo sus conocimientos simplemente ya no hace sentido a los alumnos. Cómo lo haría, si hoy todo lo que ese docente transmite pueden encontrarlo en diferentes plataformas, las que de paso le posibilitan estudiar en los horarios que más les acomode. Pero no nos confundamos, el rol del profesor se vuelve más crucial que nunca.

Es que cada día serán más los que se sumen a lo que algunos llaman hoy educación híbrida —ya que combina sesiones online y presenciales—, y que muchos docentes conocemos desde ya años como aula invertida. La idea es simple: toda la teoría de los cursos la realizan los alumnos por su cuenta siguiendo las instrucciones y materiales entregados por el profesor. En tanto, las sesiones —sean realizadas de manera presencial o virtual— son usadas para que los alumnos planteen sus dudas sobre lo que estudian y puedan profundizar en las materias a través de proyectos, actividades e incluso juegos. Esto permite a los alumnos convertir las clases en espacios significativos, donde por lo mismo el contenido quedará mucho más arraigado. Para el profesor esta dinámica también es provechosa, ya que le permite conocer el avance real de sus alumnos.

De esta manera, el tiempo en el aula sale de su lógica numérica, en la que lo importante son las horas de contenido entregado —ya que este es revisado y analizado por el alumno antes de las clases—, para dar paso a un tiempo de calidad, centrado en la experiencia en torno a lo enseñado, a la resolución de dudas y la reducción de las posibles brechas entre estudiantes. El alumno acude a las clases para que el profesor le entregue lo que necesita y que no puede obtener de una plataforma online.

Paradójicamente, en tiempos donde la tecnología predomina sobre el contacto humano, el docente hace la gran diferencia. Ahora, y gracias a la tecnología, tiene el tiempo para conectarse y relacionarse con sus alumnos de una manera más profunda y más humana. Las clases se enfocan en aprender experimentando, jugando y creando con la guía y acompañamiento del profesor. La sala de clases se transforma en el espacio donde el estudiante aplica la teoría de manera concreta y la conecta con su realidad. Es por eso que necesitamos a profesores que entiendan el fundamental rol que cumplen en este nuevo tipo de educación, en que ellos siguen siendo absolutamente necesarios y en cuya planificación recae el éxito final.

Los alumnos también tendrán que realizar su parte. El aula invertida implica dotarlos a ellos de una mayor autonomía, tomando de esta forma las riendas de su propio aprendizaje. Serán ellos quienes decidirán en qué momento trabajar con el material, cuánto tiempo le dedicarán o si necesita repetir un ejercicio o volver a leer un material. Por lo mismo, en este camino deben ser acompañados por sus profesores, en especial en el caso de los alumnos de educación básica y media, menos acostumbrados a la autogestión del tiempo, pero sí preparados para el uso de herramientas digitales, en el caso de requerirse.

Debemos aclarar que la teoría no tiene que estar relacionada con nada tedioso o aburrido. Los contenidos a los cuales los estudiantes acceden fuera de la sala virtual son también preparados de manera especial por el profesor para motivar y alentar a los alumnos a avanzar en su aprendizaje. ¿Por qué no incentivarlos a investigar un tema de interés en forma individual o grupal para luego compartirlo con la clase? ¿O en vez de hacer tediosos ejercicios de matemática, darles un problema real que resolver? En definitiva se trata de ejercitar y estimular funciones cognitivas superiores para favorecer la retención y memorabilidad de los contenidos.

Hoy, nuestro país, y también la región, parecen estar en un excelente pie para avanzar en este nuevo modelo educativo. El aumento de las conexiones a internet, el futuro despliegue de la banda 5G e incluso un profesorado más acostumbrado a convivir con la tecnología, parecen ser tierra fértil para hacer crecer el aula invertida como modelo, aunque siempre es bueno recordar que este tipo de clases son mucho más que una conexión a plataformas digitales, son una forma distinta de concebir la educación.

Sin dudas, dejar atrás siglos de una forma casi única de hacer clases no será fácil, pero tampoco hay dudas que de no hacerlo tampoco es posible. La competencia que abren las tecnologías es infinita y quien no se adapte quedará fuera del sistema.

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