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2 de Noviembre de 2021

Chile tiene cáncer

El mes pasado, en que hay un día dedicado a concientizar sobre el cáncer de mamas, supimos que el confinamiento por COVID-19 hizo bajar a más de la mitad la toma de este examen que salva vidas femeninas.

Por Ximena Torres Cautivo
AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Ximena Torres Cautivo

Ximena Torres Cautivo es Periodista y escritora

Un libro sobre el que vuelvo siempre es el magnífico ensayo de Susan Sontag, “La enfermedad y sus metáforas” (1978). Sontag murió de cáncer en 2005, tras sobrevivir a uno de mama y a un segundo de útero. Vuelvo con más regularidad con la que debería hacerme la mamografía, un examen imprescindible, desagradable y de ocurrencia anual, pasados los 40 años. Pero como la máquina es fría, angulosa y funciona como una prensa que aprieta partes delicadas, se le hace el quite. Mala cosa. El mes pasado, en que hay un día dedicado a concientizar sobre el cáncer de mamas, supimos que el confinamiento por COVID-19 hizo bajar a más de la mitad la toma de este examen que salva vidas femeninas. Una de cada 8 mujeres desarrolla en el mundo esta enfermedad y en Chile más de mil mueren cada año por su causa.

Sontag afirma que la tuberculosis, que ha vuelto con nuevos bríos entre los grupos más pobres y vulnerables en todo el mundo, a fines del siglo 19 tenía un halo artístico y muy buena reputación por los muchos artistas que la padecieron: Chopin, Modigliani, Poe, Balzac, Schiller, Whitman, por nombrar a algunos.

El cáncer, en cambio, se vive en silencio; en 1977, cuando Sontag lo tuvo por primera vez, solía ser mortal y no se nombraba o se utilizaba el eufemismo “una larga y penosa enfermedad”. Y aunque hoy los tratamientos han avanzado mucho, su combate se sigue expresando con metáforas bélicas. Las células cancerígenas “invaden”, “colonizan”; “las defensas” del organismo deben reaccionar, la quimioterapia se ve como “una guerra química”.

Siguiendo con las interpretaciones simbólicas asociadas, el cáncer es visto como el precio de la represión. No es de los románticos y artísticos, sino de los rabiosos contenidos que en algún minuto explotan a través de él. Extremando las metáforas, la actualidad nacional nos ha provisto de varias situaciones públicas ligadas al cáncer en el último tiempo, que también son expresiones y explosiones de cómo andamos de salud.

¿Qué representa Rafael Garay, el ingeniero comercial catapultado a la fama en matinales como una suerte de oráculo económico, parte de Felices y Forrados, que ofrecía multiplicar lo que tocaba? Investido de economista, asesoró a rostros televisivos y estafó a amigos y desconocidos, huyendo a Rumania, donde lo pillaron como víctima falsa del más agresivo de los cánceres cerebrales, un glioblastoma. Mentira, todo mentira.

Aunque Rodrigo Rojas Vade efectivamente tuvo una enfermedad –sífilis, de simple tratamiento con una inyección de penicilina–, optó por aprovechar espectacularmente el estallido social y las manifestaciones en la Plaza Italia para colgarse catéteres, pintarse mensajes en el cuerpo y pasearse enarbolando carteles por los enfermos de cáncer con su estampa flaca y su cabeza rapada. Se hizo famoso. Los electores picaron y fue electo convencional constituyente. Luego de ser desenmascarado por la prensa, renunció por redes sociales, convirtiéndose en un tumor canceroso del inicialmente impoluto y esperanzador órgano constituyente. Un quiste que cobra dieta y, pese a la mentira y al aprovechamiento, es compadecido por parte de sus pares que no saben qué hacer ni decir de él.

La convencional Alejandra Pérez sí tuvo cáncer. Sobrevivió gracias a una mastectomía radical, que la privó de sus mamas, el músculo pectoral subyacente y los ganglios linfáticos de la axila (eso es la mastectomía). Y en un gesto muy de estos tiempos, quiso mostrar su cuerpo mutilado como acción testimonial a la hora de los discursos de apertura del debate constitucional. Lo hizo a torso desnudo, con la frase “Hasta que valga la pena vivir” escrita sobre su piel. Habló de la culpa que sintió desde el diagnóstico por poder tratarse a diferencia de los pobres y por estar viva. La concurrencia aplaudió, emocionada.

Por los mismos días, cuando el egoísta empeño electoral y la ceguera ideológica de quienes quieren reventar la economía a punta de inflación y desangrar las exangües pensiones de los más pobres, insiste en sacar adelante un cuarto retiro, la fucsia guaripola de esos afanes se mandó una frase de antología para descalificar a quien estaba en la vereda opuesta, la senadora Carolina Goic, que hace unos años logró superar un cáncer linfático. Dijo: “Lloró por todos los canales de televisión cuando ella tuvo cáncer, parece que no considera que hoy hay gente que está esperando el cuarto retiro para tratar su cáncer o el de sus hijos, y no son pocos los casos”. Hubo repudio generalizado por los dichos.

El cáncer, el real y el metafórico, nos ronda. Sin ser oncóloga, me parece que Chile tiene mal pronóstico.

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