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5 de Enero de 2022

El capitalismo progresista

Como punto de partida debemos afirmar que no es posible pensar en capitalismo sin progresismo y viceversa, en estos tiempos en los que la sociedad informada tiene expectativas y exigencias cada vez más altas en relación a los gobiernos de países y de empresas, así como los gobiernos y las empresas tienen cada vez más expectativas y exigencias por optimizar su potencial de crear valor.

Por Guillermo Bilancio
Ni progresismo como única salida, ni el capitalismo como única salvación. Juntos es mejor y, para eso, la política juega un rol determinante. @JCOMP/FREEPIK
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Guillermo Bilancio

Guillermo Bilancio es Consultor en Alta Dirección

El cambio generacional en la conducción de países, de organizaciones y empresas, plantea un nuevo orden en términos de intenciones, objetivos, tendencias y modos de convivencia. Y no es pertinente retomar la gastada retórica del cambio tecnológico, de la participación activa de la inteligencia artificial en nuestras vidas, de la complejidad del entorno, y tanta palabrería de viejos falsos profetas. Basta de explicar lo que vendrá cuando ya es. Sucede que estamos frente a un replanteo de lo que buscamos como sociedad y en ese sentido tenemos que darle valor a dos términos tan bastardeados como mal utilizados: el capitalismo y el progresismo.

Como punto de partida debemos afirmar que no es posible pensar en capitalismo sin progresismo y viceversa, en estos tiempos en los que la sociedad informada tiene expectativas y exigencias cada vez más altas en relación a los gobiernos de países y de empresas, así como los gobiernos y las empresas tienen cada vez más expectativas y exigencias por optimizar su potencial de crear valor, por el lado de los gobiernos de países en aspectos sociales y por el lado empresarial, en incrementar el valor económico.

Así como el capitalismo debe ser expansivo para crear más opciones y bienestar, esta expansión debe ser acompañada de grados de libertad responsables con relación a las nuevas exigencias de una generación que, además de buscar opciones de crecimiento, es a la vez más preocupada por su presente y por el efecto que ese presente tenga en su futuro. Y si el capitalismo debe ser expansivo, el progresismo debe ser un impulso y no un obstáculo para el desarrollo económico.

En este juego de aparentes opuestos, necesariamente debe aparecer la capacidad de quienes dirigen para compatibilizar objetivos que se perciben contrapuestos, y que la experiencia de países y empresas que marcan tendencia han demostrado que, necesariamente, deben coexistir.

En tal sentido hay que darse cuenta de algunos conceptos fundamentales que deben abordarse en la agenda de quienes conducen en el más alto nivel de decisión:

  1. El valor económico debe entenderse como un objetivo superior por sobre la rentabilidad. El capitalismo expansivo exige que las empresas no solo ganen en la relación ingresos-costos, sino que valgan cada vez más a partir de decisiones que plantean un potencial futuro. Lo mismo que en los países, que ven reflejado el valor en el atractivo que generan inversiones genuinas.
  2. Las empresas deben comprender el propósito real y no aquel que parezca políticamente correcto. Lo mismo sucede con gobiernos que se focalizan en el hoy para ganar votos y que inventan un relato que resulta electoralmente atractivo.
    Tanto el propósito, como el relato, deben surgir de la convicción de quienes lo definen. Basta de hipocresía, se conduce con un propósito y se gobierna con un relato real
  3. La misión como estrategia es la esencia del capitalismo moderno. La misión no es una carta de ilusiones, sino la construcción de una decisión que conduce al objetivo superior de crear valor. Es la definición del negocio en una empresa, es la definición de la estrategia país para un gobierno.
  4. La sustentabilidad como pilar y la diversidad como eje de la convivencia, ya no son actitudes para mostrar una postura de moda, sino que son parte determinante en la creación de valor y en el atractivo de las empresas y países.
  5. La acción por sobre el relato es lo que determina la capacidad de decidir y hasta de aprender de los errores. La acción siempre supera al plan, lo concreto supera las ilusiones planteadas en un Excel.
  6. El crecimiento con inteligencia implica la habilidad de adaptación sin estar bloqueados por el pasado ni por paradigmas cortoplacistas. Esa adaptación es el punto de partida para la anticipación.
  7. Pensar en la gente, pero de verdad. Basta de usar ese chiché de que la gente es el recurso más importante si se siguen incumpliendo las promesas.

Son apenas siete puntos. Los capitalistas voraces los verán como un costo que retrasa sus aspiraciones de acumular riqueza.
Los progresistas pensarán que esto no alcanza para vivir en el Estado de Bienestar soñado. Pero es necesario tener plasticidad de ambos lados. Ni progresismo como única salida, ni el capitalismo como única salvación. Juntos es mejor y, para eso, la política juega un rol determinante tanto en países como en empresas. Y la política para lograr acuerdos a partir de persuadir y saber ceder para convivir.

Porque de nada sirve un puñado de ricos si el resto es pobre, y de nada sirve alimentar la pobreza como ejemplo de igualdad.
De allí el equilibrio antes que el antagonismo. De las cualidades políticas de quienes gobiernan, depende.

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