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19 de Noviembre de 2023

La ‘cheguevarización’ de la crisis climática

El medio ambiente no es un ícono que podamos levantar y transformar en algo nuevo, de tendencia, vacío y sin sentido real. Y eso es lo que hace la práctica del greenwashing, por eso es tan grave.

Por Matías Asun
Varias organizaciones y estudios científicos han sido enfáticos en asegurar que el greenwashing es una de las prácticas que más entorpece la lucha contra el cambio climático. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Matías Asun

Matías Asun es director Greenpeace Chile

Marcas de ropa que dicen diseñar “moda sustentable” sin ninguna prueba de aquello. El reemplazo de bombillas de plástico por otras de papel, cuyo grosor dificulta su reciclaje y biodegradación. Compañías petroleras (sí, ¡petroleras!) que promocionan sus nuevos biocombustibles asegurando que responden a la emergencia climática y otras que incluso cambian el nombre de sus negocios después de instalar paneles solares en sus estaciones de servicio (donde continúan vendiendo combustibles fósiles).

Durante el último decenio, miles de compañías han hecho de los discursos ambientalistas un nuevo driver de consumo, incorporando términos relativos a la sostenibilidad a sus planificaciones, y a la jerga de sus ejecutivos.

Este, sin duda, no es un fenómeno nuevo y tiene tantas caras, como estrategias de marketing existen. Pasó, por ejemplo, con la figura del guerrillero Ernesto ‘Che’ Guevara, que se convirtió en un representante de la cultura pop, siempre apelando a un espíritu revolucionario, pero desvirtuando por completo los ideales de la persona tras la creación de un producto para las masas: su cheguevarización.

El medio ambiente no es un ícono que podamos levantar y transformar en algo nuevo, de tendencia, vacío y sin sentido real. Y eso es lo que hace la práctica del greenwashing, por eso es tan grave.

Varias organizaciones y estudios científicos han sido enfáticos en asegurar que el greenwashing es una de las prácticas que más entorpece la lucha contra el cambio climático. La falsa sensación de control que produce que compañías con los indicadores más altos de emisión de gases de efecto invernadero sean precisamente las que más “invierten” en acciones de sostenibilidad, no sólo no contribuye a reducir el calentamiento global, sino que además genera confusión en la población y desdramatiza el alcance real de la crisis, haciendo creer que se avanza en medidas concretas cuando, en la realidad, ocurre todo lo contrario.

Conscientes de aquello y para hacer frente a este fenómeno diversos países están trabajando en regulaciones y endureciendo penas para las compañías que caen en estas prácticas. Ejemplo de ello es que el Parlamento Europeo está discutiendo una norma que prohíbe a las empresas usar frases como ‘carbono neutral’, ‘ecológico’ o ‘biodegradable’, entre otras, sin exhibir pruebas fehacientes de cumplir con esta promesa.

En Chile, en tanto, se está avanzando en la llamada taxonomía verde, un sistema de clasificación que permitirá caracterizar a diversos sectores y actividades económicas con criterios objetivos, dotándolos de mayor transparencia y erradicando prácticas de greenwashing en las industrias.

Esto es una excelente noticia, pero carece de sentido de urgencia: por una parte, la mencionada taxonomía se viene trabajando desde el año 2020, mientras que el proyecto de ley que busca prevenir y sancionar el greenwashing o lavado verde de imagen (que fue ingresado a la Cámara en mayo de 2022) continúa en su primer trámite constitucional sin avances concretos.

Muchas veces se nos pide a los ciudadanos que como consumidores castiguemos a las empresas que no lo están haciendo bien y es cierto que podemos generar cambios desde ahí, pero es urgente que para hacerlo, el Estado provea reglas claras y sanciones duras contra quienes las vulneren.

Las consecuencias del cambio climático ya son evidentes a los ojos de todos y no podemos darnos el lujo de esperar meses o años para avanzar en normativas que sancionen realmente a las compañías que se burlan de la seriedad de estos eventos y convierten la preocupación por nuestro planeta en una simple moda.

La gravedad de las diversas crisis que hoy vivimos -de biodiversidad, contaminación y climática- y que nos llevan a presenciar cada vez con mayor frecuencia fenómenos meteorológicos devastadores, no nos dan el espacio, como sociedad, de permitir este tipo de licencias.

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