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17 de Febrero de 2025

La secta

Así como las religiones más clásicas tienen sus feligreses que siguen relatos fantásticos, los partidos políticos tradicionales también generan un manifiesto que busca adeptos en forma de votos.

Los libertarios no son liberales, quitemos eso de nuestro mapa mental. ARCHIVO.
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Guillermo Bilancio

es consultor de Alta Dirección.

“La religión es el opio de los pueblos”, dijo alguna vez un connotado pensador. Claro que para los religiosos, creyentes y necesitados, esta frase es una afrenta a la fe.

Más allá de ser o no una droga adormecedora de la sociedad, toda religión promete paraísos que ante la adversidad; la pobreza; la soledad; la frustración y otras tantas instancias destructivas, crea un relato esperanzador. Pero nada es gratis, por lo tanto hay que rendirle culto a esa religión, a sus ritos y a combatir sus demonios y fantasmas.

La política en su más baja esencia, y especialmente en sociedades golpeadas por el fracaso, utiliza los mismos métodos seductores. Así como las religiones más clásicas tienen sus feligreses que siguen relatos fantásticos, los partidos políticos tradicionales también generan un manifiesto que busca adeptos en forma de votos.

Pero cuando los partidos tradicionales, así como las religiones tradicionales, defraudan a sus seguidores, aparecen movimientos políticos menores tal como aparecen sectas religiosas que prometen lo que otros no dan. Un mercado de emociones y sensaciones.

Algo parecido está ocurriendo en esta instancia del mundo en el que las sociedades frágiles vuelven a ser seducidas por proyectos políticos que adoptan la forma de una cuestión de fe, algo que se manifiesta con fuerza en nuestra región con la llegada de la religión libertaria.

Los libertarios no son liberales, quitemos eso de nuestro mapa mental. Son conservadores, tradicionalistas, y reaccionarios frente a todo lo que tenga que ver con la palabra social. Y su máxima expresión en la región es Javier Milei, que con la promesa de la resolución del desastre económico que vivió (y aún vive) La Argentina, juntó feligreses en una secta que va más allá de la economía.

La simpatía por Milei en la región está sustentada en la “motosierra” con el Estado, en recuperar la “moral” combatiendo toda expresión que pueda atentar con las buenas tradiciones y costumbres.
Todo ese modelo medioeval, con actos que parecen tomados de una película de Harry Potter o de las cruzadas, pone al movimiento libertario en la posición de una secta.

En el caso argentino Milei es el gran líder de la secta, que tiene brujos y monjes negros que lo adulan y que le limpian el camino, y un ejército fiel que cambia las espadas del medioevo por armas digitales letales. Algo así como los horcos…

El problema es que el gran sacerdote, haciendo abuso de su poder, comete el grave error de recomendar a sus fieles seguidores que, invirtiendo en una cryptomoneda generada por una empresa “amiga”, iban a alcanzar el paraíso de la riqueza. La cryptomoneda se transformó en kryptonita verde y la riqueza se transformó en pobreza en minutos.

La secta libertaria y sus soldados reaccionaron con tristeza.

Algunos fieles seguidores de la región como Axel Kaiser intentan soslayar el tema justificando lo injustificable, en defensa de quién para el mismo Axel es el mejor presidente de la historia de la región. Axel, toma la pastilla por favor.

Creerse superior sin haber fortalecido su poder, es el error común de políticos advenedizos y en este caso Milei lo es.

Su obsesión y foco en resolver la inflación y mejorar la economía está en un proceso aún incipiente, pero la ceguera sectaria le hace creer que lo ha logrado, lo que le hace suponer que sus dominios lo pueden llevar a ser el transformador cultural y social.

Entonces, hay que considerar dos aspectos: O es un estafador (Peter Sellers en “Gardiner”), o es un imbécil.

Cualquiera de los dos aspectos son señales de peligro para una sociedad desesperada, en manos de una secta de la que no participan los mejores, sino un puñado de mediocres que son parte de un rebaño dormido al que no se le acepta el disenso con la magia del gran sacerdote.

Por favor, despertemos.

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