Secciones
Opinión

Cuidar lo invisible, una reflexión sobre la (mi) maternidad y la baja natalidad

Dicen que la maternidad es un trabajo de 24/7 sin vacaciones. Bueno, yo llevo muchos años de crianza y cuidados, algo que no cesará porque tengo un hijo con una discapacidad severa, y por cosas del destino o decisiones que no quiero explicar, desde hace un tiempo yo hago de madre, padre, transportista, proveedora de supermercado…. usted póngale nombre. Afortunadamente, también soy trabajadora remunerada.

¿Por qué la natalidad en Chile está por el suelo? Pregúntenle a cualquier madre (o, mejor dicho, a cualquier madre cuidadora) que haya querido desarrollarse en lo laboral y atender a su hijo. Los apoyos son casi inexistentes y la idea de “conciliación familiar” suena a chiste malo. 

¿Sabían que en muchos países los cuidadores de personas con discapacidad reciben un sueldo? Aquí, en cambio, te dan una palmadita en la espalda y un “me impresiona lo fuerte que eres” o “eres una heroína”. Una heroína que tiene que pagar cuentas.

A estas alturas, ya me río, pero lo que no da risa es que después de décadas, el Estado aún no asuma que los cuidados son un trabajo. Y pareciera que la sociedad sigue creyendo que “el amor todo lo puede”. Está el proyecto de ley de Sala Cuna que lleva años sin aprobarse. Ahora existe otro llamado Sistema Nacional de Cuidados, que esperemos no demore lo mismo que el primero.

El problema no es que las mujeres no quieran ser madres. Es que nadie quiere ser madre, padre, cuidadora, gestora de subsidios y trabajadora a tiempo completo por el salario de la gratitud. 

Si de verdad quieren subir la natalidad, empiecen por valorar a quienes ya están criando o cuidando. Ah, y a los papitos corazón que evaden sus tareas de cuidadores, les aviso que el equipaje emocional también genera sobrepeso. 

Notas relacionadas


No va a haber un segundo milagro

No va a haber un segundo milagro

Los Panamericanos estaban en el suelo y se lograron salvar en apenas cuatro meses. Pero eso no va a pasar de nuevo. Por eso preocupan tanto los evidentes atrasos del Mundial Juvenil que, ya en septiembre, tendrán a Chile como escenario. Hasta aquí se sabe muy poco del evento, salvo que ya se cayó la sede de Viña, que ahora hay quejas y denuncias en la de Rancagua, que la selección juega muy poco y que nadie conoce el himno ni la mascota. ¿No habrá que entrar a preocuparse?

{title} Felipe Bianchi