
Recientemente, hemos visto titulares que anuncian el reemplazo masivo de trabajadores por Inteligencia Artificial (IA). Pero los datos cuentan otra historia. Según The Economist, el desempleo en Estados Unidos se mantiene bajo (4,2%) y los salarios siguen creciendo, a pesar del auge de la IA generativa. La temida ola de despidos masivos simplemente no ha llegado.
¿Cuál es la razón? La IA es muy buena para automatizar tareas repetitivas y estructuradas, como la programación básica, o análisis de datos, pero no puede reemplazar lo que nos hace humanos. No puede ejercer el juicio complejo de un médico, la empatía de un profesor o la creatividad de un equipo de innovación. Todavía no.
Para Chile, esto representa una oportunidad única. Tenemos una ventana de tiempo para preparar a nuestra fuerza laboral y a nuestro sistema educativo para un mundo donde convivir con la IA será parte del día a día. Eso requiere mucho más que cursos de programación. Requiere enseñar a pensar, colaborar, liderar y aprender durante toda la vida.
La educación superior tiene aquí un rol clave. No solo debe actualizar sus programas, sino también formar personas capaces de adaptarse a un entorno cambiante, de hacer las preguntas correctas y de tomar decisiones éticas en contextos complejos. Esa es la verdadera ventaja competitiva frente a la automatización.
El gran desafío es que nuestras políticas públicas avancen al mismo ritmo. Necesitamos invertir en reconversión laboral, alfabetización digital y formación continua, especialmente en sectores vulnerables a la automatización. Y necesitamos hacerlo ya.
La IA no ha tomado tu trabajo… todavía. Pero su impacto ya se siente. No dejemos que este proceso nos pille desprevenidos. Chile tiene todo para liderar una transición justa e inteligente hacia el trabajo del futuro. La pregunta es si estaremos a la altura del desafío.