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Jeannette Jara: sus 1.206 días

Al final, ha sido políticamente eficaz e ideológicamente líquida. Ha evitado roces innecesarios, consolidado una imagen de gestión y capitalizado su ambigüedad. Pero, ¿será ello suficiente para llegar a la Primera Magistratura?

Del 11 de marzo de 2022 al 29 de junio de 2025, Jeannette Jara pasó de ser ministra del Trabajo a convertirse en candidata única del oficialismo, en un proceso que provocó un reordenamiento notable del espectro político, desplazándolo con fuerza hacia la extrema izquierda. Sin embargo, en esos más de mil doscientos días, ni entonces ni ahora, hemos conocido realmente a la militante comunista.

Jara ha construido su figura sobre una ambigüedad estudiada, eficaz y políticamente rentable. Su estrategia parece ser la de moverse con soltura entre las aguas del dogmatismo y del pragmatismo, sin terminar de aterrizar en ninguna orilla. Por un lado, se declara defensora de un sistema solidario de pensiones; por otro, promueve —y presenta como un logro de su gestión— la continuidad y profundización del sistema de capitalización individual administrado por las AFP.

Lo mismo ocurre con su identidad política: es comunista, pero está dispuesta a suspender su militancia —o incluso renunciar a ella— si eso la acerca a La Moneda. Una especie de desafección voluntaria, estratégicamente dosificada, que le permite jugar con la moderación sin abandonar del todo su base. Y aún más claro: se declara defensora férrea de la democracia y los derechos humanos, pero no tiene problema en calificar al régimen cubano como “una democracia diferente”. Esta capacidad para acomodar su relato según el auditorio, sin pagar altos costos, ha sido su mayor virtud política.

En el fondo, Jara representa la farandulización de la política, pero muy bien lograda, algo que Marco Enríquez-Ominami o Franco Parisi querrían. Una candidata estelar que muestra el contenido que el público quiere ver, canta la música que sus adherentes quieren escuchar y baila la melodía que su partido le suele sintonizar. Es todo y nada a la vez, síntoma del scrolling al que nos acostumbramos, pues podemos ver a Jara tanto en programas de política y opinión como en espacios de entretenimiento de media tarde. Jara: designio de los tiempos breves y convulsos.

Al final, ha sido políticamente eficaz e ideológicamente líquida. Ha evitado roces innecesarios, consolidado una imagen de gestión y capitalizado su ambigüedad. Pero, ¿será ello suficiente para llegar a la Primera Magistratura? ¿Qué pasará cuando deba tomar decisiones duras y concretas? ¿Será capaz de aglutinar las fuerzas de izquierda y construir un programa de gobierno que supere las siete páginas? ¿Cómo hará compatible su admiración por Cuba y Venezuela con el hecho de compartir proyecto político con el Socialismo Democrático? ¿O, por el contrario, será solo un acierto fugaz del comunismo para mejorar su imagen y crecer electoralmente?

Creo no tener todas las respuestas, ni Jeannette tampoco hoy… quizá mañana, tampoco.

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