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¿Tercera Guerra Mundial o Segunda Guerra Civil?

¿Puede ser que la ciudadanía estadounidense esta vez, como ha ocurrido antes, no espere instrucciones de sus gobernantes o candidatos, sino decida ordenar por su propia cuenta el desorden político existente, más aún si se está al borde de una Tercera Guerra Mundial, donde el principal actor es el gobierno de Estados Unidos?

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al bombardear a Irán, ha escalado la situación de Medio Oriente al borde de una Tercera Guerra Mundial. Varios países advirtieron que si el conflicto escapaba de un hecho territorial específico estarían forzados a asumir posiciones respecto de a quienes apoyar. El apoyo a Irán fue dado retóricamente por Rusia, China y varios otros países como Corea del Norte. Digo retóricamente, porque Irán no es un país con muchos amigos. Su religión chiita es minoritaria en el mundo musulmán, y sus relaciones con muchos países son más bien económicas, especialmente a través de la venta de petróleo. Pero una cosa es ser clientes comerciales y otra, muy distinta, es ser aliados en las decisiones militares que el país vendedor promueva.

Aún así, la eventualidad de un conflicto mundial altera inmediatamente las conductas de países, y de los ciudadanos de esos países, a la hora de tener que decidir si se hacen parte o no del conflicto. El caso de Estados Unidos es emblemático, porque siempre se le menciona como si fuera un todo, unido, para apoyar o rechazar un potencial conflicto bélico que lo compromete. Estados Unidos contra la Alemania Nazi. Estados Unidos contra Japón. Estados Unidos contra Vietnam del Norte. Estados Unidos contra Irak. Estados Unidos contra Afganistán. Los resultados de esas guerras no hablan, precisamente, de un Estados Unidos que alcanza todo lo que se propone, si nos atenemos a las razones para que Estados Unidos fuera a una guerra. Después de la Segunda Guerra Mundial, derrotadas las fuerzas del Eje -Alemania y Japón- Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam, donde se proponía sacar del poder al comunismo vietnamita. Cuando Estados Unidos abandonó humillado ese país, los comunistas seguían en el poder, como ocurre hasta hoy. Contra Irak, el objetivo era sacar al líder, Saddam Hussein del poder, quien había sido un estrecho aliado de Estados Unidos, hasta que atacó Kuwait, aliado petrolero de Estados Unidos. El objetivo de sacar a Hussein se cumplió a través de una coalición de varios países, liderada por Estados Unidos.

El objetivo de Estados Unidos para declarar la guerra a Afganistán fue explícito: sacar a los Talibán del poder. Los talibanes, un movimiento integrista que aboga por imponer la ley islámica por la fuerza, sigue gobernando Afganistán hasta hoy.

De tal forma que no es automático que si Estados Unidos entra a una guerra salga siempre victorioso. Eso, bajo los estándares de las guerras clásicas, con bombardeos por aviones y combate de tropas que buscan dominar territorios del enemigo.

Hoy, la presencia de un potencial conflicto mundial nuclear no puede descartarse, porque hay a lo menos nueve países con capacidad de operar armas nucleares. Rusia, Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. El orden de estos países está dado por quienes tienen más ojivas nucleares a quienes tienen menos. Sí, por si le sorprendió, Rusia tiene más ojivas nucleares operativas que Estados Unidos. Se calcula que un misil terrestre ruso enviado a Estados Unidos demora 30 minutos en llegar a Washington DC. Y si el misil es enviado desde un submarino ruso, la demora baja a 10 o 15 minutos. Más o menos lo mismo si el ataque viene desde Estados Unidos hacia Rusia. El tiempo obviamente cambia si Estados Unidos lanza sus misiles desde su decena de bases militares en Europa, amparadas bajo la OTAN.

Esta es la situación que se conoce sobre posibilidades nucleares, en caso de una guerra.

Volviendo al principio, todo lo anterior siempre que la ciudadanía de esos países se pliegue detrás de las decisiones de sus líderes.

Pero, ¿qué pasaría si la gente no estuviera de acuerdo en iniciar o llevar a cabo un conflicto mundial, de la envergadura de una guerra mundial, pero ahora con armas de una capacidad destructiva total?

Si hay un país cuya población tiene historia de abordar sucesos políticos directamente, ese es Estados Unidos.

Cuando había pasado casi un siglo desde que los estadounidenses derrotaran a los ingleses y obtuvieran la soberanía plena de su país, se declararon en guerra civil, por rehusarse los estados del sur de aceptar la visión del presidente, Abraham Lincoln que, entre otras cosas, promovía terminar con la esclavitud de los negros en el país.

La población estadounidense tiene innumerables muestras de movilización civil a favor o en contra de directrices de sus líderes. La última fue impulsada por Donald Trump, luego de no aceptar la derrota a manos de Joe Biden y solicitar que la gente se manifestara a su modo. El resultado fue la vandalización del Congreso en Washington DC, cuando una horda de manifestantes ingresaron al inmueble en defensa de su líder, el 6 de enero de 2021.

Lo que voy a decir ahora es fuerte.

Estados Unidos es el único país del mundo donde hay más armas que ciudadanos. Se calcula que hay cerca de 400 millones de armas de fuego en poder de civiles. El total de la población estadounidense son 330 millones de personas.

Las noticias de muertes por armas de fuego son casi una rutina en Estados Unidos. Incluyendo ser la única democracia donde se ha asesinado a cuatro presidentes en ejercicio: Abraham Lincoln, en 1865; James A. Garfield, en 1881; William Mackinley, en 1901; y John Kennedy, en 1963.

El estado de participación de la ciudadanía en torno a temas de contingencia es altísimo, votando, participando en comités vecinales, organizando grupos de presión por todo tipo de temas, desde la emancipación femenina, la libertad identitaria y cuanto tema contingente llame a manifestarse activamente.

¿Puede ser que la ciudadanía estadounidense esta vez, como ha ocurrido antes, no espere instrucciones de sus gobernantes o candidatos, sino decida ordenar por su propia cuenta el desorden político existente, más aún si se está al borde de una Tercera Guerra Mundial, donde el principal actor es el gobierno de Estados Unidos?

¿Quién sabe? Quizás la guerra que Trump desató contra Irán se va a convertir, como un boomerang, en una respuesta movilizatoria de la ciudadanía, que puede terminar, no necesariamente en una Tercera Guerra Mundial, sino en una Segunda Guerra Civil.

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