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¿Y dónde está el Presidente?

Basta mirar todo lo que ha pasado sólo en las últimas dos semanas en nuestro país para advertir que el Presidente simplemente no está.

En los años 80, con los geniales Robert Hays y Leslie Nielsen a la cabeza, la película ¿Y dónde está el piloto? se hizo mundialmente conocida por las hilarantes escenas de un avión destinado a estrellarse ante la ausencia de un capitán con las capacidades necesarias para comandarlo.

El líder, el piloto designado, estaba incapacitado y sus reemplazantes tampoco daban el ancho, sumiendo en pánico a la tripulación y pasajeros ante el inminente riesgo de caída.

Para una comedia, está perfecto, pero en la vida real, evidentemente que no. Ser presidente de lo que sea, de curso, de la junta de vecinos, del centro de apoderados, del club deportivo del barrio, de una fundación, de una empresa y, en especial, de un país, incluye derechos y obligaciones y mientras más alta la institución que se lidera, son mayores aún.

Esto es súper obvio y debería ser absolutamente innecesario decirlo, pero todo indica que a nuestro Presidente se le olvidó.

Es cierto que desde la estrepitosa derrota del Apruebo en septiembre de 2022 Boric quedó muy desdibujado y obligado a girar sus prioridades en 180 grados, pero aun así sigue siendo la principal autoridad de la República y tiene la obligación de comportarse como tal.

Pero no lo hace. Basta mirar todo lo que ha pasado sólo en las últimas dos semanas en nuestro país para advertir que el Presidente simplemente no está.

Hemos visto con estupor cómo en el Ejército y la Fuerza Aérea al parecer el narcotráfico está mucho más cerca de lo que creíamos.

Hemos visto cómo el desempleo, sobre todo el femenino, escala a niveles alarmantes.

Hemos visto cómo se deja en libertad a un sicario integrante del Tren de Aragua por –en el mejor de los casos- un error procedimental o por -otra vez- lo cerca que está el crimen organizado de nuestras instituciones más fundamentales.

Hemos visto cómo se secuestra por varios días a un ex alcalde.

Hemos visto cómo se asesina a tiros a una niña de 13 años.

Hemos visto cómo en una semana hay siete homicidios –sí, 1 al día-.

Hemos visto cómo parlamentarios oficialistas le echan abajo la agenda del ministro de Economía para intentar terminar con las trabas para la inversión.

Hemos visto cómo diputados avanzan en el Congreso con un proyecto de ley que promete terminar con la UF, lo que significaría terminar por dinamitar el ya difícil acceso al crédito hipotecario.

Hemos visto cómo casi esos mismos diputados se dan una vuelta olímpica, digna del mejor gimnasta, y a cuatro meses de la elección quieren meterle la mano a la urna cambiando las reglas del juego en relación al voto de los extranjeros.

Hemos visto cómo –de nuevo- parlamentarios de gobierno avanzan en el Congreso con la eliminación al tope de 11 años de indemnización por despido.

Hemos visto cómo una alcaldesa oficialista se lamenta porque se ha hecho prácticamente nada por la reconstrucción de Viña del Mar y pone como ejemplo al presidente Piñera de cómo realmente se deben enfrentar estos procesos.

Hemos visto cómo la contralora es la única que parece estar al mando, trabajando y destapando múltiples irregularidades para ayudar a evitar que todo se vaya al carajo.

Hemos visto todo eso –y más- y al único que no hemos visto es al presidente Boric. Pareciera que no le importa, que vive en un país paralelo o que no tiene opinión. O qué no sabe qué hacer, cómo pilotear a los suyos, cómo liderar.

En lo único que lo hemos visto es preocupado de intentar crearse un perfil de líder internacional (¿?), buscando ganarse algo de atención de Donald Trump. También lo hemos visto ansioso por ir a cumbres con los peores socios que Chile podría tener e incluso organizar una acá en casa con varios de esos mismos “aliados” de dudosa conveniencia.

Le quedan ocho meses. Es poco tiempo, pero esperemos que lo podamos ver más y así dejemos de preguntarnos dónde está.

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