Como parte del ciclo de futuros posibles, en el CEP, hace unas semanas se montó una puesta en escena del podcast Necesito Poder Respirar, La Vida de Jorge González. La directora de esta iniciativa, Trinidad Piriz, junto a su equipo presentaron una sinopsis del proceso de grabación. La idea surgió en 2023 cuando el periodista Emiliano Aguayo, autor del libro Maldito Sudaca, les entregó diez casetes de conversaciones inéditas con Jorge González. Esas grabaciones, que llevaban 20 años sin ver la luz, fueron la puerta de entrada a la investigación que realizaron Nicolás Alonso y Jorge Aspillaga. Sumaron más de 30 entrevistas al círculo cercano de González y dos entrevistas con el cantante en su departamento de San Miguel. Luciano Correa trabajó en la música y Nicolás Alonso en el libreto, una narrativa bien cuidada e investigada (cada capítulo finaliza, como si fuera un paper académico, con las referencias).
La experiencia de escucharlo y ver todo el proceso en vivo acompañado de imágenes de la época fue inolvidable. Era la voz de Alonso junto a la música de Los Prisioneros con un telón de fondo cargado de recuerdos. Confieso que acompañar al líder de la banda chilena más icónica fue nostálgico. A comienzos de los 80 trabajé junto a mi amigo David Silva en la disquería Fusión que estaba en el Drugstore. Don Mario Fonseca, el padre de Carlos Fonseca que apoyaba sus aventuras musicales, tenía su pequeña oficina al fondo de la tienda. Recuerdo el segundo piso al que se llegaba por una angosta escalera detrás del largo mesón negro donde empaquetábamos discos para regalo y se pagaba. En ese ático comíamos unas marraquetas con jamón y queso mientras disfrutábamos algún video de OMD, Miles Davis o U2 en un improvisado televisor sobre el suelo. A la izquierda había una sala donde se veían bandejas de huevos cayendo del cielo. En ese espacio ensayaban Los Prisioneros.
Carlos Fonseca estaba a cargo del negocio de discos y del grupo. Con su chaqueta de cuero negra, pelo más largo atrás y corto por los lados, vestía y lucía como un new wave. Los Prisioneros, en cambio, usaban jeans y zapatillas. Eran mateos y quitados de bulla. Los primeros conciertos eran desordenados, con pifias, órganos prestados que eran tumbados por alguien del público y olor a marihuana. Pero la gran banda de los ochenta finalmente se impuso. Y marcó el destino del país. La historia de Jorge González y su música es un fiel reflejo de nuestro Chile.
Con algo de vergüenza reconozco que soy un inútil e ignorante en redes sociales y asuntos de alta tecnología. No ocupo Facebook, Linkedln, Instagram, ni X. Apenas me manejo con WhatsApp y todavía no sé usar ChatGPT. Tampoco había escuchado un podcast. Después de ese encuentro memorable en el CEP le pedí a mi hijo que me descargara los seis capítulos de la vida de Jorge González. El domingo subí el Manquehue escuchando su historia y fue una experiencia maravillosa.
En estos tiempos del homo digitalis y de impresiones visuales la irrupción del audio es una sana invitación para volver a escuchar. Nos hemos acostumbrado al dato veloz, a mirar rápido lo que pasa y a la respuesta instantánea. El recuerdo del Metro con gente leyendo un libro es algo del pasado. Hoy vemos pantallas deslizando cascadas de imágenes. Hasta Wikipedia está obsoleto. Algunos echamos de menos la reposada introspección de la lectura. Tal vez por eso las certezas han reemplazado la reflexión. Lo vemos todo y lo sabemos todo. El podcast, en cambio, es distinto a la fugaz pantalla. Es algo pausado, que se escucha sin apuro, una mezcla entre oír la música y leer un libro.
La penetración que han experimentado los podcasts es una gran noticia. Su sorprendente popularidad abre una ventana de esperanza. Si el año pasado un 84% de los chilenos escuchó algún podcast, un 68% declaró escuchar al menos tres por semana. Quizá no volveremos a leer como antes, pero sí podemos volver a escuchar en un espacio interior más reflexivo. En estos tiempos de percepciones rápidas el podcast es una sana invitación a escuchar, pensar y reflexionar con los ojos cerrados. Y los seis capítulos sobre la vida de Jorge González son también una oportunidad para agradecerle a un grande.