La caída abrupta de la imagen de Evelyn Matthei es una real amenaza a las pretensiones de volver a tomar el centro de la escena para Chile Vamos, pero es una lección que aprehendida, puede transformarse en una oportunidad para el futuro del sector.
Las idas y venidas de una coalición debilitada en caudal electoral, situación que se profundiza con el retroceso de la candidata que, además de sus propias limitaciones debe contrarrestar las críticas internas y a lo que debemos sumar la politiquería de salón que enfrentan a políticos obsoletos en la búsqueda de poder interno dentro de un sector político en decadencia, permiten hacer una analogía con la decadencia del PRO en La Argentina, que llevó a Macri de ser primera figura a ser un simple actor de reparto.
Claro que Chile Vamos tenía la supuesta amalgama proporcionada por Sebastián Piñera, pero muerto el rey, no hay otro rey. La UDI es un relato del siglo XIX, Evópoli es un proyecto inconcluso que para algunos resulta demasiado liberal y fantasioso, y Renovación Nacional asume el rol de golpear la mesa, pero sin actores relevantes de la política en términos de ascendencia popular.
En definitiva, partidos políticos que se suponen de derecha transformados en una organización cuasi empresarial que se está quedando sin clientes por falta de novedad, incapaz de abrirse para comprender con humildad el comportamiento del nuevo ciudadano y de abandonar el paradigma que obstruye todo replanteo.
Para colmo, se percibe una propuesta comunicacional que parece sólo dirigida a neutralizar el avance de José Antonio Kast, con el único propósito de impedirle que su proyecto claramente definido como un legado pinochetista, se transforme en un único partido representativo de la “derecha” chilena.
¿Qué queda para Chile Vamos? ¿Qué oportunidades tiene realmente en un escenario novedoso y qué debilidades debe neutralizar para ser realmente un espacio político competitivo?
Seguramente el proyecto de replanteo estratégico de la centroderecha implica un rediseño de su cultura, su estrategia y su estructura. En ese sentido, la lógica indica mirarse hacia adentro y no aferrarse al fracaso de sus adversarios. Pero eso requiere conformar un espacio cuyo modelo, relato y gobierno, resulte inclusivo. A veces hay que ser inclusivo…
La alternativa de renacer puede tomar como ejemplo viviente a la maniobra que propuso Luis Lacalle Pou para alzarse con la presidencia en 2019. Convencido de quebrar la seguidilla de gobiernos centroizquierdistas, entendió que la manera de lograrlo era intentar conformar una coalición a la que llamó “multicolor”, dada la diversidad de ideas y posturas de sus potenciales integrantes.
Lacalle tenía claro que era imposible ganar con un solo modelo, sino integrando modelos diversos y para eso se focalizó en dialogar y negociar con adversarios eternos para transformarlos en socios, privilegiando el pragmatismo a las ideas cerradas, alineando a conservadores, liberales y progresistas en un mismo espacio que sea representativo de una democracia liberal.
Con la sutil diferencia de que en Chile no existe un estratega con la capacidad y con “la calle” que si tiene Lacalle Pou, será el momento que los participantes de Chile Vamos no sólo limen las asperezas de una confrontación interna mezquina propia de egos y de histeria, para así armar otro “frente”, en este caso demócrata-liberal.
Para esto será preciso abandonar los discursos medioevales, acercarse a lo simple, aceptar lo que la demanda popular pretende y no tratar de imponer. No es momento de imponer.
Será entonces que algún nuevo representante se pueda sentar en una mesa de diálogo con conservadores, amarillos, demócrata cristianos y hasta socialdemócratas desencantados que quieran un modelo de país dónde a partir de la libertad como eje, el Estado tome su rol clave, la economía pueda expandirse de manera inteligente y el progreso social sea real, más allá de la palabra.
Será momento hasta de modificar la marca de Chile Vamos, darle una nueva identidad, carácter y significado, pero sostenida en ideas integradoras. No hay izquierda ni derecha, hay adelante o atrás.
¿Existirá la capacidad política y la grandeza necesaria para salir de la negociación chiquita y proponerse como una alternativa con proyección, más allá de una elección puntual?
Se necesita un personaje que sintetice a un vidente y a una araña (Como Lacalle Pou). Un vidente para ver más allá y una araña para tejer una red complicada pero que sea resistente.
Es repensar, volver al mazo de naipes, y repartir desde cero para empezar a jugar.