Consultado sobre qué lo distingue de Kast y Matthei en un seminario universitario, la respuesta que entrega Johannes Kaiser es clara y relevante. Señala el candidato que a diferencia de ellos, él se niega a abandonar la batalla cultural porque de ella dependería la supervivencia de la sociedad libre. Aunque alude a ambos contendores de derecha, la interpelación de Kaiser parece naturalmente dirigida a JAK, quien en esta campaña optó estratégicamente por restar protagonismo a su agenda valórica, priorizando propuestas para lo que define será un gobierno de emergencia.
La retórica de Kaiser, sin embargo, devela que su distancia del republicano va más allá de lo puramente estratégico. En su discurso, Kaiser no se limita a repetir que lo moral es importante, ni parece especialmente interesado en reprochar tibieza a Kast. El análisis cuidado de la narrativa de Kaiser muestra, en cambio, que el candidato se ha sentido libre para formular una propuesta valórica propia, que de modo más o menos deliberado, es en esencia, distinta de la argumentación conservadora tradicional de las derechas. Es verdad que tanto republicanos como nacional-libertarios rechazan las banderas woke y defienden posiciones valóricas tradicionales en materia de derechos reproductivos, sexuales y familiares. Pero a diferencia de los republicanos, en todas sus alocuciones y propuestas, Kaiser reivindica una agenda valórica cuyo núcleo no parece descansar en asuntos de moral sexual, sino más bien en la exaltación de una épica nacionalista fundada en una disciplina institucional laica de corte autoritario.
Kaiser ha sabido desplazar el eje moral de su narrativa política desde lo sexual a lo disciplinario, desde lo religioso a lo patrio, desde el descontento social hacia el desprecio por un Estado “político” que se muestra, a su juicio, del todo ineficaz para resolver las demandas ciudadanas. De este modo, aunque sumamente moralizante, la mística de Kaiser es más espartana que familiar, más libertaria que socialcristiana. Estos matices que pueden parecer absurdos para muchos, sobre todo para quienes se sienten lejanos a las ideas de derecha y consideran que todo esto parte de lo mismo, son en realidad, sumamente relevantes.
En el sentido descrito, la narrativa de Kaiser se perfila como un discurso autónomo cuyo potencial y popularidad es razonable anticipar se extenderá exponencialmente entre ciudadanos de todas las edades y grupos sociales, cada vez más cansados de los desafíos que enfrenta la democracia en la actualidad. Hasta ahora, esta renovada mística disciplinaria y meritocrática, ha permitido a Kaiser en Chile y a otros líderes en el exterior, invocar el valor de una ética pública laica y transversal aunque inequívocamente autoritaria.
Comprender qué entiende Kaiser por batalla cultural entonces, importa no sólo para explicar su alza sostenida en las encuestas. Importa con independencia de cuál candidato de derecha pase a segunda vuelta, de cuál gane la presidencia, e incluso ante el improbable evento de que Jara gane la elección. Importa, en otras palabras, porque cualquiera sea el resultado el 16 de noviembre, la batalla cultural que describe Kaiser, y la respuesta que hoy propone para Chile, han llegado para quedarse.