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¿Fin de un ciclo?

Es el fin de un ciclo, pero no el fin de todo. La derecha tradicional, esa de los 30 años, puede que muera como pacto, pero los partidos no. La fuerza electoral de Chile Vamos -quizás desmejorada- sigue latente, con votantes, parlamentarios y adherentes.

Es el fin de un ciclo, pero no el fin de todo. La derecha tradicional, esa de los 30 años, puede que muera como pacto, pero los partidos no. La fuerza electoral de Chile Vamos -quizás desmejorada- sigue latente, con votantes, parlamentarios y adherentes.

La nueva derecha -autodenominada como tal- nace en un tiempo distinto, aunque cargando actitudes y pulsos propios de los actores del pasado, ya que lo son, no es un elenco nuevo… son actores del pasado que digirieron mejor el presente. Se mueven con soltura en un ecosistema donde los complejos ideológicos pesan menos, donde los errores se diluyen como detalles, y donde las redes sociales no son herramientas, son el todo: el escenario, la tribuna, el púlpito y el eco.

En esta transición, el recambio no es necesariamente renovación. La estética cambia, los códigos se adaptan, pero los principios -cuando existen- se les diluyen en función de la viralidad. La política deja de ser proyecto para convertirse en performance, y la identidad se construye más desde el antagonismo que desde la propuesta. Ser anti algo vende más que hacer propia la idea.

Lo que está en juego no es sólo una hegemonía electoral, sino una forma de comprender el poder, de habitarlo y de ejercerlo. Y en menos de un mes, dos visiones antagónicas de la vida están enfrentadas -legítimamente- por el futuro del país.

Ambas dicen representar la sensatez, ambas reclaman la bandera de lo posible. Pero el electorado no parece buscar mesura; busca certezas, aunque sean gritadas. En ese ruido, el matiz molesta, el acuerdo suena a traición y el centro se vacía.

Lo preocupante es que la disputa no se da sólo en el plano ideológico, sino en el moral. Ya no basta con pensar distinto; ahora hay que deslegitimar al otro. La discusión se torna existencial: o ellos, o nosotros. Como si el país no pudiera contener diferencias sin fracturarse. Diferencias que son necesarias para no caer en la pesadez del igualitarismo.

Queda la sensación de que estamos presenciando un reordenamiento que aún no se acaba del todo, pero que ya es evidente. Un desplazamiento donde la moderación es sospechosa, la experiencia es pasado y la opinión matizada es cobardía. Pero, volvamos atrás, ya Jara se movió al centro y Kast también lo necesita.

Pero, cuidado: fin de ciclo no significa extinción. Las fuerzas partidarias resisten. Y el resultado electoral tampoco marca un fin, ya que ni Kast ni Jara tienen hoy ganada la elección.

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Foto del Columnista Macarena Vargas Macarena Vargas