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Fake news y confianza digital: la IA cambia el juego informativo

La transformación digital y la inteligencia artificial redefinen cómo accedemos, confiamos y compartimos información. Desde los medios tradicionales hasta los asistentes inteligentes, el vínculo entre credibilidad y tecnología se vuelve más complejo. Este cambio plantea desafíos éticos, culturales y de alfabetización digital que requieren una mirada crítica y responsable.

Hace solo un año, el New York Times demandaba a OpenAI por usar sus artículos sin permiso, pero esta semana el emblema del periodismo mundial cambio de rumbo y ha sellado un acuerdo con Amazon para que Alexa lea y recomiende sus contenidos, además para que los modelos internos de la compañía de IA los utilicen como material de entrenamiento. El mensaje es claro, uno de los mayores críticos del mundo de la IA reconoce que el futuro pasa por integrarse y monetizar en este nuevo ecosistema.

Hasta hace algunos años, cuando la sociedad era en gran medida análoga, la información se obtenía principalmente de los medios de comunicación tradicionales: televisión, radio, prensa escrita y fuentes oficiales del periodismo o las instituciones. Estos canales, a pesar de su estrechez y falta de diversidad, constituían una base para construir la confianza de las personas. La televisión, era considerada una fuente primaria y confiable, las noticias eran reporteadas por periodistas profesionales, cuyo oficio consistía en verificar la verdad e imparcialidad. La radio proporcionaba acceso inmediato y cercano, mientras que la prensa escrita construía credibilidad a través de reportajes de investigación o sus líneas editoriales.

Este era un modelo de comunicación que generaba confianza, ya que el público desarrollaba herramientas para reconocer y separar lo objetivo de la opinión, juzgando en función de la autoridad y peso del medio. La confianza se centraba en la cantidad controlada y la calidad del contenido, y también incluía la presencia de filtros editoriales que restringían el flujo de noticias falsas.

Cambio de Paradigma

La era digital se afirma como la democratizadora de información. El público en general con acceso a la web, puede crear, compartir y encontrar información que se actualiza con frecuencia. Motores de búsqueda como Google arrojaron al olvido todo ese lio de búsquedas manuales; ya no teníamos que investigar, simplemente aprendimos a escribir nuestra consulta o duda y en cuestión de segundos teníamos una respuesta.

Las redes sociales, las plataformas de streaming, las de verificación de hechos, así como las plataformas de contenido, son las nuevas herramientas que guían a los usuarios a participar en un tipo de intercambio más inmediato, más personalizado y en tiempo real, logrando que la línea entre productores y usuarios se desvanezca. Ahora ya no solo los usuarios están leyendo noticias; también las están creando.

Desde un punto de vista de marketing, esto fue una oportunidad sin precedentes para la segmentación y personalización. Las marcas no sólo podrían llegar a audiencias masivas, sino a nichos más específicos con mensajes personalizados en plataformas como Facebook, Instagram, TikTok y YouTube. La fe en los medios tradicionales fue reemplazada por una coro de diferentes voces y puntos de vista que son cada vez más difíciles de juzgar. En muchos sentidos, esto ha sido tanto una oportunidad como un desafío, aunque ha facilitado una comunicación más directa con los consumidores, también ha elevado el estándar para la credibilidad y transparencia.

La inmediatez de acceso

Recientemente, una de las formas más disruptivas de acceder a la información ha sido a través del aumento de asistentes impulsados por IA, como ChatGPT. Estos sistemas no solo mejoran la comunicación digital sino que “cambian las reglas del juego” en cuanto a la búsqueda de información. Nos acostumbrado a que cuando teníamos una pregunta recurríamos a Google. Mirábamos a través del portal en la pantalla del computador, mientras revisábamos millones de enlaces, artículos y videos. Aunque la técnica es efectiva, consume mucho tiempo, depende de la capacidad de filtrar y sufre de sobrecarga de información de datos y tiempos de descarga, para luego tener que analizar la calidad de la información que encontramos.

Con la ayuda de asistentes como ChatGPT, esa ecuación cambia drásticamente. En lugar de mirar links de enlaces, la IA realmente da una respuesta directa, acotada e integrada dentro de un contexto, mejorando con la interactividad la inmediatez del proceso y la búsqueda.

La última incorporación en la forma en la que interactuamos y procesamos información con IA ha sido realizada por Google con NotebookLM. En contraste con simplemente proporcionar links de enlaces o resultados iniciales, esta herramienta nos permite obtener de la web grandes cantidades de información, y recibir respuestas específicas, documentos, resúmenes o explicaciones completas sobre nuestros requerimientos. Esto no sólo hace que la búsqueda sea más fácil y los resultados más funcionales, sino que también proporciona niveles más profundos de comprensión, facilitando el acceso a información aunque no por esto 100% confiable.

Honestidad, engaño y Fake News

La llegada de la IA en el contexto del acceso a la información ha abierto un amplio abanico de posibilidades, pero también ha puesto en vitrina incertidumbres y amenazas. Se dice que el problema reside en lo precisa que sea la información proporcionada por los sistemas, ya que los diferentes modelos como ChatGPT, que han sido entrenados con enormes cantidades de datos podrían generan desinformación.

La facilidad que ahora tienen las personas para generar noticias falsas o incorrectas con rapidez borra la línea entre la ficción y la realidad, pudiendo resultar fatal en ámbitos como la salud, la política y la economía. El hecho de que la IA puede producir tan fácilmente respuestas, provocaría que pueda emplearse para la difusión de noticias falsas, propaganda o condicionamiento social, existiendo el riesgo de alteración intencionada. Personas podrían utilizar la IA para enseñar o guiar a otras a difundir información sesgada o falsa con algún propósito. Esto presenta un nuevo problema de ética y regulación, así como desafíos de control y transparencia en los algoritmos.

Los nativos digitales, los usuarios más jóvenes, están más inclinados a confiar en estas nuevas modalidades de acceso al conocimiento, mientras que los adultos mayores, confían más en los medios tradicionales y de la autoridad de la fuente de origen. Esto lleva a una situación en la que las generaciones se separan en la forma en que consumen y perciben información y, en consecuencia, como toman decisiones, confían y entienden el mundo, generando una brecha digital.

Dejar de Pensar

La alfabetización digital y el pensamiento crítico en la era de la información “on line” y la inteligencia artificial son necesarios para la gestión segura y responsable de las personas. La alfabetización digital depende de aprender fundamentos de cómo operan las plataformas digitales, detectar engaños, quién está diciendo la verdad, quién es una fuente confiable y cómo proteger tu privacidad, entregándote la oportunidad de consumir contenido, pero también de producir o compartir información de manera responsable y ética.

En contraste, el pensamiento crítico es el acto de no aceptar lo que se nos da, sino más bien evaluar la experiencia y la información. En una época en la que nos estamos ahogando en datos, noticias falsas y contenido manipulado, esta es la “habilidad” que nos permite separar el hecho de la ficción, detectar sesgo, y comprender el propósito del mensaje. Para fomentar la autonomía y la responsabilidad personal que cada adulto tiene en relación con la información, se debe alentar y trabajar sobre el pensamiento crítico.

Pero, a medida que las tecnologías han mejorado para recopilar y analizar información, la pregunta que surge es ¿estamos pensando menos? La facilidad de obtener respuestas rápidas a las preguntas que planteamos puede aliviar la presión de investigar o descubrir por nosotros mismos, pero haciéndonos depender demasiado de las máquinas.

Pero esta revolución también viene con una oportunidad, si logramos dominar estas herramientas y educarnos en pensamiento crítico, podremos transformarlas en un instrumento que amplíe nuestro conocimiento y nuestras capacidades reflexivas, en lugar de disminuirlas. Todo se trata de cómo decidimos que vamos a hacer con la información con la que nos encontramos. Si podemos cultivar una cultura de curiosidad, escepticismo y pensamiento profundo, debemos ser capaces de pensar críticamente, analizar y hacer buen uso de la información desde nuestro punto de vista.

Innovación en medio del control

Ese es el equilibrio que debemos buscar. Promover una innovación que sea útil y contributiva, mediante la implementación de formatos, para promover el progreso y que no sea frenado por las políticas del momento, sino más bien alentado para apoyar el bienestar social y el progreso ético.

Desafortunadamente lento y tardío, estamos rezagados mundialmente en estos temas, los gobiernos, las empresas, las organizaciones y la sociedad deberíamos trabajar juntos para establecer políticas públicas, regulaciones y controles que garanticen un desarrollo tecnológico responsable. Solo entonces podremos liberar la IA para sin que los usuarios paguemos el precio final.

Conclusión

Claro está que la era de la inteligencia artificial y la digitalización han revolucionado la forma en que obtenemos, percibimos y creemos en la información. Y aunque estas tecnologías tienen el potencial de democratizar el conocimiento y alimentar los motores de la innovación, también plantean serias preocupaciones en las áreas de desinformación, ética y la brecha digital.

La invitación es usarlas de manera responsable para nuestro propio beneficio, enseñar y fomentar una fuerte alfabetización digital y pensamiento crítico, y la capacidad de discernir lo real de lo manipulado. Trabajar por el bien común juntos los gobiernos, las empresas y ciudadanos para implementar regulaciones éticas y transparentes.

Construir un ecosistema digital que informe y sea justo requiere un esfuerzo por cuestionar cómo desarrollamos, regulamos y aplicamos estas herramientas. Esta es la única manera de asegurar que la innovación nos sirva a todos y enriquezca nuestra convivencia.

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