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Cardenal Fernando Chomalí: “La Iglesia no es el club de los buenos”

El cardenal nos recibe en su casa para una conversación donde desentraña su lado más íntimo. De familia inmigrante, repasa su infancia, el último cónclave y las diferencias que tiene con el Gobierno de Boric.

Fernando Chomalí nos recibe en la casa de Ñuñoa que ocupan los Arzobispos de Santiago desde que la compró, hace setenta años, el cardenal Raúl Silva Henríquez. Ha despejado la vegetación, ha llevado algunos muebles históricos a la sede del arzobispado en la Plaza de Armas y decoró una sala de estar con sus obras de arte. Allí recibe a sus visitas.

Más de 60 teléfonos celulares de distintos modelos enmarcados y colgados en una pared y en la de enfrente toda clase de anteojos dispuestos de la misma forma, son una metáfora de la importancia de ver y escuchar, dice Monseñor. Además, pinta, escribe poemas y dirige documentales. De hecho, su poemario En la Plaza del Alma llegó a manos del fallecido papa Francisco, que le envió una carta de felicitación que ahora figura enmarcada y colgada en el hall.

El influyente sacerdote que cumple dos años a la cabeza de la Iglesia chilena viene de una familia tradicional: segunda generación de inmigrantes palestinos por ambos lados, padre dentista y mamá dueña de casa. Dice que se dedicaron amorosamente a criar a los cinco hermanos Chomalí Garib.

“Me eduqué en una casa con un papá muy aficionado a la pintura chilena y a las obras de arte en general. Él tenía dos categorías muy claras: hermoso o no hermoso” indica. Tras pasar una infancia pobre, su papá quiso darles una formación del mejor nivel y aspiraba a que aprendieran idiomas. Por eso ingresaron a la Alianza Francesa de Vitacura. Sin embargo, el futuro cardenal anhelaba conocer un mundo más amplio, fuera de su colegio “burbuja”. Eligió hacer tercero y cuarto medio en el Instituto Nacional: “Fue una experiencia extraordinaria”.

No fueron fáciles sus años de infancia porque era tartamudo. “Pero tartamudo-tartamudo. A mis papás le suscitaba mucho conflicto. Me llevaron al psicólogo, al psiquiatra… la verdad es que les fue re mal conmigo. Hasta que fui donde una fonoaudióloga, una mujer amorosa. Yo tenía 10 años. Mi mamá me iba a dejar en la mañana a la Alianza Francesa y en la tarde iba a esta fonoaudióloga que tenía una escuela especial con niños con síndrome de Down. Y sucede que en el colegio lo pasaba pésimo, porque no podía ni hablar de los tartamudo que era, -con todo lo que eso significaba, bullying, qué sé yo- y en la tarde lo pasaba muy bien porque estábamos todos aproblemados en la vida. Quedé con ellos en mi corazón”. La tartamudez se le pasó una semana después de entrar al seminario: “Ahí entendí que en la vida cuando hay coherencia entre lo que eres y lo que haces, vives tranquilo. Y cuando no hay coherencia, siempre se manifiesta de alguna manera, incluso físicamente”.

Hace algunos años, siendo Arzobispo de Concepción e inspirado por sus amigos de infancia fundó la Lavandería 21, que emplea a treinta jóvenes con síndrome de Down. Ahora prepara un documental sobre esa experiencia. Además, con un grupo de compañeros de universidad avanza en un proyecto de preuniversitario para hijos de presos. “Vivo pensando que hay otra manera de ver las cosas. Y las materializo así. Junto gente muy distinta en todas estas cosas que he hecho”, señala. La sensibilidad, la tristeza y la rebeldía son características que Chomalí reconoce como propias. Dice que por rebeldía entró a Ingeniería Civil a la Universidad Católica y no a la Chile, donde estudiaron sus cuatro hermanos y su papá hizo clases por décadas.

¿Era rebelde, Monseñor?
-Todavía sigo siéndolo. Mi rebeldía está en poder encajar en el mundo. Mi mamá sufría mucho porque me veía triste. Yo creo que la primera obligación de un ser humano es preguntarse por el sentido de la vida.

-Tras el estallido social salió a sacar fotografías de los rayados que encontró en las calles de Concepción y después las expuso. ¿Cuál es su reflexión sobre lo que pasó en octubre del 2019?
-Cuando tomé esas fotos vi que todas las instancias de poder eran sumamente criticadas. Los bancos, las farmacias, los Carabineros, la Iglesia y las AFP. Son personas que no se sienten parte de esta sociedad. Chile es un país que ha crecido mucho económicamente, pero tiene un problema de base: confundieron desarrollo con crecimiento. Un país crece cuando crece espiritualmente, no solo cuando crece económicamente. Todas las carreras nuevas están orientadas al hacer, pero la dimensión del ser quedó muy relegada. Y creo que eso generó un tipo de personas. Nos educan en un contexto muy individualista, tremendamente competitivo, en que no nos reconocemos como seres humanos.

-¿Por qué entró al seminario? ¿Qué lo llevó a tomar la decisión de ser religioso?
Un profundo vacío existencial. Lo que pasa es que yo me aburro mucho, y he llegado a la cuenta de que siento que siempre es más de lo mismo. Y al final descubres que la afinidad no está en las cosas materiales sino en una dimensión más trascendente. Y esa dimensión por supuesto la encontré en Dios,
porque es una búsqueda y un encuentro de nunca acabar. Y eso me fascina, la experiencia espiritual. El evangelio es de una profundidad insondable. También había un plus en un cierto anhelo de heroísmo. Yo intenté buscar el néctar de la vida, y eso lo encontré en el sacerdocio y en el servicio a los demás.

-La Iglesia Católica estuvo en silencio por varios años después de los escándalos de abusos sexuales. Y usted llegó para sacar la voz nuevamente. Con su protagonismo parece que la Iglesia vuelve a ser relevante…
-No lo he buscado. No quiero ser una figura de marketing, me enferma eso. La iglesia es un ente que se manifiesta en personas concretas y nunca estuvo callada. Estuvo presente en infinitas obras sociales, siguió atendiendo enfermos, siguió recibiendo a las personas de calle, estuvo presente en sus 364
colegios y en las 217 parroquias. Lo que pasó fue que no se consideraba a la iglesia una entidad válida para entrar al debate nacional. Nosotros escribimos muchas cosas y no las publicaban. Cuando nos invitaban a un programa era exclusivamente para hablar sobre los abusos sexuales.

-Su voz se considera relevante y lo que dice resuena. Eso no pasaba hace muchos años con un líder de la Iglesia…
-Tiene que ver más con mi personalidad. La anterior fue una época triste, muy dolorosa. Le presenté al Papa la renuncia varias veces, quería irme a una parroquia tranquilo. Le mandé una carta muy sentida en que le decía que no tenía nada que ver con los abusos, que entré al seminario lleno de entusiasmo e idealismo y conocí curas buenísimos, trabajadores. Me alimenté de esa gente… y me encuentro con esto. Pero nosotros hemos actuado y eso la gente lo ha valorado. Hay otra cosa también: nos estamos dando cuenta que Chile es un país abusivo, corrupto.

-¿Qué es lo que más le preocupa del debate en el Chile actual?
-Si tú me preguntas por una palabra para definir lo que está pasando en Chile, yo diría frivolidad. Por ejemplo, en la Cuenta Pública. Si te invitan a escucharla en una sesión del Senado de República, no puedes usar esa tribuna para mostrar carteles, andar con pañuelos o hacer defensas corporativas. Ellos (los parlamentarios) tienen la tarea de legislar. Y realizan un acto de violencia respecto al Presidente, independiente de lo que tú pienses de él. Si ellos realizan un acto de violencia, ¿qué puedes esperar de
los estudiantes? La política se ha convertido en propaganda.

-¿Se ha juntado con los candidatos presidenciales?
-En una misa, pero para el 26 de junio a las 10 de la mañana invité otra vez a todos los candidatos a la presidencia con sus partidos políticos. Les diré que tienen una tarea educativa fundamental en
las futuras generaciones (…) Cualquiera puede tener un proyecto político, pero su manera de presentarlo tiene que ser un ejemplo para los demás. No puedes tratar mal a tu adversario porque tenemos una base común que es justamente nuestra humanidad.

BÁRBARA SAN MARTÍN.

¿Chile, país corrupto?

Pocos días antes de que se desatara el escándalo del Caso Audio, Luis Hermosilla había enviado una carta a El Mercurio en que junto a su nombre ponía Universidad Católica. El plantel salió a aclarar que no había ninguna vinculación con el abogado. A Angela Vivanco la destituyeron de su histórica cátedra de derecho después de que se revelaran varios casos de tráfico de influencias. Antes, el decano de Economía había fustigado duramente a los ex alumnos Carlos Délano, Carlos Lavín y Manuel Cruzat por sus actos de corrupción.

-Como Gran Canciller de la Universidad Católica ¿qué autocrítica puede hacer? ¿Faltó una mayor tuición ética o más rigor en la formación de los alumnos?
-Evidentemente hay un interés muy profundo de formar con sentido ético a personas de bien. Lo que pasa es que las personas llegan a la universidad con su ADN marcado, con su mochila y sus ideales. Y la debilidad humana se manifiesta en el anhelo de poder. Mucha gente cree que teniendo poder y dinero van a ser felices. Hay que analizar por qué aquellas personas que tienen responsabilidades para servir a la sociedad se han servido de ella. Los grandes temas de abuso en general no han provenido de los pobres sino de la élite.

-Y la mayoría de la elite es católica…
-Claro, así ha sido. Pero la Iglesia tampoco es el club de los buenos. La iglesia es el club de los que necesitan redención. Yo no me considero bueno para nada. Sí me doy cuenta que necesito de Dios para avanzar en la vida. Necesito una roca firme que me oriente en el camino. Creo que aquellos que se han arrogado la bondad en virtud de su religión le han hecho un pésimo favor a la Iglesia.

-¿No le incomoda todo lo que acompaña el cargo que ostenta?
-No. A mí me da exactamente lo mismo porque tampoco me la creo. Pero sí siento que tengo muchas más posibilidades de ayudar, de estar presente en los temas que me interesan, sería un hipócrita si negara eso. Tengo mayor posibilidad de acceder a lugares donde puedo generar cambios. Pero el 99% del tiempo mío es en las parroquias, escuchando a los sacerdotes, recibiendo gente. No ando con un periodista al lado sacándome fotos. Yo no creo en eso. Si creo en que la gente vea las obras que uno hace.

Cónclave de película

-El último cónclave en el que usted participó tuvo varios elementos atractivos, como que el 80% del colegio cardenalicio había sido nombrado por Francisco, con una gran cantidad de representantes de países distintos…y además estábamos viendo la película Cónclave… ¿Cómo se respiró el ambiente?
-Mira yo escribí (en sus RRSS) el cónclave de la película y el que estoy viviendo se parecen como el chino se parece al inglés, o sea, nada que ver. Es gente altamente motivada en sus diócesis. Fue un ambiente fraterno donde conversábamos con mucha simpatía. En las reuniones interesaba responder cómo
seguir con la misión en un mundo tan cambiante.

-¿Y qué tan lejos llegó la idea de un vaticanista español que lo puso a usted como papable?
-Noooo, yo me daba cuenta que no tenía, pero absolutamente ninguna posibilidad porque no me conocía nadie. Jamás me hice ni mínimamente la ilusión de que yo podía ser elegido porque lite-
ralmente no me conocía nadie. Creo que la elección fue extraordinaria porque no vi ansias de poder. Vi un ambiente sereno, alegre y realmente una experiencia maravillosa, pero yo jamás.

-¿Conocía al cardenal Robert Prevost antes de que se convirtiera en Papa?
-Lo conocía porque era prefecto del dicasterio para los obispos. Me tocó conversar con él personalmente tres veces en su oficina y tengo la mejor impresión. Es un hombre muy serio, que escucha, prudente. Sabe bien lo que significa la pobreza. Incluso después de la elección y de salir al balcón había una comida, que era la misma de siempre, muy sencilla. A él lo ponen solo en una mesa redonda para ocho personas. Yo estaba sentado y me dice ́ven ́ y me senté y al frente. Luego se nos unieron un norteamericano, un africano y un serbio.

Boric y la agenda valórica

El presidente Boric acaba de presentar el proyecto de aborto sin causales y, además, le puso discusión inmediata al proyecto de eutanasia. Dos temas sumamente sensibles para la Iglesia, que ya no incide como antes en la llamada “agenda valórica”. Monseñor Chomalí dice que se reunió con el mandatario a solas:

-En materias relevantes pensamos muy distinto, pero a pesar de eso podemos conversar, mirarnos a los ojos. Eso tiene un valor inmenso. Él tiene el derecho de presentar todos los proyectos de ley que se le ocurran, yo no quiero imponerle nada a nadie. Pero tampoco quiero que me impongan. El talante de una sociedad se mide no en la capacidad de hacernos cargo de los que producen, sino que de los que no producen.

A Chomalí le motiva utilizar sus redes sociales para convocar nuevos públicos. Tiene cuenta en X, Instagram y TikTok. En conjunto con las redes de la Iglesia, invita a lives sobre los temas sociales del momento, y logra reunir a cientos de personas virtualmente. Muy viralizado fue el video en que, previo al cónclave, aparecía lavando su camisa en la tina de su habitación en la residencia Santa Marta.

El columnista Carlos Peña se preguntó en El Mercurio: ¿Será que los ritos de la Iglesia son una modalidad del espectáculo, está bien que un cardenal se comporte como lo haría un influencer?”
-No me considero un influencer, pero es cierto que tengo que influenciar a la gente -se defiende el cardenal.

-¿Cuál es la gracia de comunicar a través de las redes sociales?
-En primer lugar, llego a mucha gente a la que de otra manera no llegaría. En segundo lugar, tengo el convencimiento que el contenido de evangelización de la enseñanza de la iglesia es insuperable, es lo que le ha dado sentido a mi vida. Y, en tercer lugar, si no estoy en ese espacio, lo ocupa otro. Tan simple como eso.

Agrega que postea en sus redes en la mañana, cuando hace deporte. Monseñor tiene una bicicleta de spinning y sobre ella instaló una estructura alta tipo mesa sobre la cual puede escribir mientras pedalea. Sobre sus lecturas, destaca los ensayos filosóficos, las novelas de los clásicos rusos, la ficción de Morris West y a Ernesto Sábato: “Un hombre con un sentido de la decencia extraordinario. Además, me identifico con él porque fue un hombre que sufría mucho. Era doctor en física, y a los 28 años decidió dedicarse a escribir. Todo el mundo le dijo que estaba loco.”

-¿Usted sufre mucho?
-Es que tampoco es tan fácil vivir. Yo admiro a esas personas que tienen todo claro, perfecto, ordenado. Yo no creo en eso. Pienso que la vida es una constante lucha, una búsqueda que no termina nunca. Y uno siempre tiene la duda de si las cosas que ha hecho, las hizo bien.

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Sin lugar

Sin lugar

No ha terminado de dibujarse el mapa, pero de momento habemos algunos que no encontramos lugar. Es posible que no seamos muchos y que con el paso de las semanas la mayoría se vaya allanando al mal menor. Quién sabe. Quizás en torno a alguno de los candidatos se constituyan equipos sorprendentes, novedosos y confiables que convoquen de manera inesperada.

{title} Patricio Fernández