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Sebastián Edwards: profundamente chileno

En esta entrevista habla de un tema que lo absorbe hace años: el libro que está escribiendo sobre la Unidad Popular.

Partamos por esto. Si el mundo se dividiera en “Marcelistas” o “Antimarcelistas”, Sebastián Edwards se anotaría en el primer grupo. No retrocede ni un centímetro en la alta valoración profesional que le tiene al actual Ministro de Hacienda, a pesar del viento en contra y de los amigos que le aconsejan no defenderlo en público.

-¿Cuánto ha influido en la gestión de Marcel el desempeño de la Directora de Presupuesto Javiera Martínez?

-Son demasiados errores, demasiado seguidos, en una posición en que él es el guardián de las monedas, de la alcancía. Soy un gran convencido de que uno tiene que reconocer errores, cambiar de opinión y decir que se equivocó. Pero es una posición muy poco chilena. Yo ya la hubiera sacado (a Javiera Martínez). Con la dignidad que le corresponde, porque no hay para que hacer leña de un árbol caído, pero la habría sacado. Igual creo que Marcel no merece el trato que le ha dado la derecha, que es un trato medio tonto.

-Ya sabemos que el ministro tiene una relación afectiva con Carolina Tohá. Si ella gana la primaria ¿debiera dejar el gobierno?

-Creo que sería lo prudente, es lo que yo le recomendaría. Prudencia y elegancia siempre son una buena combinación.

-¿Y quién debiera asumir el cargo por los últimos meses de gobierno?

-Es que hay una frontera entre el progresismo amarillento y el progresismo no amarillento que no sé bien dónde está. Tiene que ser una persona con el talante y la perspectiva de Marcel, respetada, ordenada, no excesivamente ambiciosa, cosa que no le moleste ser ministro solo por cuatro meses.

-Recientemente se anunció a los miembros del comando de Evelyn Matthei que estarán encargados del tema económico. ¿Qué le parecen los nombres?

-Evelyn tiene un equipo de 40 personas, no los conozco obviamente a todos. Hay gente joven que es interesante, como Soledad Hormazábal y Juan José Obach. Los diarios comprensiblemente enfatizaron a los pesos pesados y cuando uno lee esos nombres (Ignacio Briones, Felipe Larraín entre otros) dice: “Ay no, qué lata”.

-Pero después de tanto sobresalto hay muchos que opinan que mientras más fome es lo que pasa en el país, mejor…

-Hay una fomedad de actos y otra de ideas. Ojalá seamos un país fome, pero con ideas audaces, nuevas. Por ejemplo, las concesiones de Lagos. Esa fue una idea nueva. O que no se pudiera echar a las niñitas embarazadas de los liceos. Hoy nos parecen completamente naturales, pero no eran naturales. Ideas audaces en un país tranquilo, eso es lo que queremos.

Habitando la década de los 70

A los 22 años, siendo estudiante de economía, Edwards asumió un cargo en el gobierno de Salvador Allende. Era militante de la Juventud Socialista y cuenta que heredó el trabajo de Máximo Pacheco. Trabajó para el director de costos y precios, como jefe de gabinete, en la DIRINCO: distribuía las peticiones de aumentos de precios a los distintos contadores de las empresas. “Una de las instrucciones que me dieron es que tenía que extraviar todas las solicitudes de la Papelera” cuenta. Lleva tres años trabajando en una gran cronología de esa época. “No es una biografía de Allende, aunque es el personaje principal”, dice.

Espera que el libro tenga unas 450 o 500 páginas, y afirma que no estará listo antes del 2027. Ha entrevistado a todos los ministros vivos de esa época, y se declara amigo de algunos de ellos. Lo escribe en inglés y se llamará El fin del socialismo. “Me daría mucha lata morirme sin terminarlo” asegura. Y agrega:

“Hace tres años que en mi cabeza vive la Unidad Popular. Interesante y al mismo tiempo muy estresante. Con la investigación se acentúa mi teoría temprana de que la causal última (del fin del gobierno) fueron heridas autoinfligidas. Los gringos financiaron a la oposición, al paro de los camioneros, a la Democracia Cristiana y todo lo demás, pero la causal última fue la irresponsabilidad, la incompetencia y la ingenuidad del gobierno”.

Edwards repasa en el libro una serie de anécdotas y pequeñas historias, como el diálogo del embajador de Chile en Washington con el presidente Nixon, que le advierte que si expropian empresas americanas sin pagar compensación, se vería obligado a imponer represalias que no serían militares sino económicas. Dicho y hecho. Además, se detiene en el origen de élite de los más altos dirigentes de la UP, específicamente del Liceo Alemán, precursor del Colegio Verbo Divino, donde estudiaron Sebastián Piñera y Gonzalo Winter entre otros políticos chilenos.

El libro también se hará cargo del quiebre institucional que llevó al Golpe:

“Creo que el fracaso de Allende es el comienzo del fin del socialismo mundial. No sabemos exactamente cuándo se acabó la opción del socialismo real. Algunos dicen que fue cuando cayó el muro de Berlín en el 89, otros cuando se desintegra la Unión Soviética. Mi tesis es que empieza a acabarse con la derrota de Allende, que demuestra que la economía es el talón de Aquiles y que los progresistas inevitablemente la embarran. Y cuando la embarran, la clase media se subleva y termina apoyando cosas horribles como el Golpe de Estado de Pinochet”.

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