Durante siglos, arqueólogos, exploradores y aventureros han buscado sin éxito la tumba de Cleopatra VII, la última reina de Egipto, una de las figuras más poderosas y enigmáticas de la Antigüedad. Ni siquiera la expedición napoleónica de 1800 logró dar con su paradero. Se trata de uno de los grandes enigmas arqueológicos que aún no ha sabido encontrar respuesta.
Sin embargo, desde hace casi dos décadas, una mujer de República Dominicana ha estado siguiendo las pistas con una estrategia poco convencional, lo que haría que la tumba de la última reina de Egipto se encuentre cada vez más cerca. Su nombre es Kathleen Martínez, y su investigación podría estar a punto de cambiar la historia.
De la abogacía a la arqueología
Martínez soñaba desde niña con estudiar arqueología, pero su padre la convenció de que esa carrera no le garantizaría sustento económico. Terminó licenciándose en Derecho, tal como lo hizo su padre, y se especializó en criminología. Esta decisión, que en su momento parecía un desvío, se convirtió en su mayor ventaja.
Su interés por Cleopatra no fue azarosa. Martínez creció rodeada en una amplia biblioteca sobre Egipto y a raíz de una discusión con su padre, amigos e intelectuales de República Dominicana, intentaron convencerla de que la vida de la reina egipcia no era interesante. Sin embargo, ella consideró que su historia se ha visto empañada por propaganda romana, siglos de prejuicio contra las mujeres y menosprecio de sus logros por lo mismo.
A diferencia de la mayoría de arqueólogos, Kathleen aborda el caso de Cleopatra como si se tratara de una desaparición criminal. Analiza evidencias, mapas y testimonios históricos con el ojo meticuloso de una investigadora forense. En entrevistas ha llegado a declarar que Cleopatra está desaparecida y que la busca como a cualquier persona desaparecida.
En 2005 se presentó por primera vez su proyecto al Ministerio de Antigüedades de Egipto. Tras cinco años de investigación exhaustiva y la elaboración de una propuesta a nivel doctoral, consiguió el permiso para excavar. Su hipótesis era clara: Cleopatra no pudo haber sido enterrada en Alejandría, un lugar controlado por Roma. Si en vida se mantuvo fuera del alcance de sus enemigos, en la muerte tampoco iba a dejarse atrapar fácilmente.
La pista de Taposiris Magna

Las pesquisas de Martínez la llevaron a Taposiris Magna, una ciudad desaparecida de los mapas modernos, cuyo nombre significa “La gran tumba de Osiris”. En la mitología egipcia, Osiris y su esposa, la diosa Isis, eran adorados en templos cercanos entre sí. Cleopatra, que se identificaba con Isis, habría podido elegir este lugar sagrado para su descanso eterno.
Los restos de la ciudad, fundada por Ptolomeo II entre 280 y 270 a.C., indican que fue un destacable centro religioso y un núcleo comercial conectado con Alejandría y el lago Mareotis.
Las excavaciones dirigidas por la dominicana han arrojado resultados sorprendentes: bustos, vasijas y monedas con el rostro de Cleopatra. También se hallaron túneles subterráneos, uno de ellos conectado con el mar Mediterráneo. En los últimos años, Kathleen incluso se ha adentrado en exploraciones submarinas con apoyo militar egipcio, pese a las restricciones legales que le impiden excavar en aguas abiertas.
En una de sus misiones más recientes, una tormenta de cuatro días —la peor en 15 años— obligó a suspender las operaciones. Sin embargo, cuando el equipo volvió al agua, descubrieron que el sedimento del fondo marino se había desplazado, dejando al descubierto nuevos artefactos y estructuras, entre ellas restos de alabastro, evidencia de construcciones sumergidas que podrían corresponder al templo original.
National Geographic advirtió que la comunidad egiptológica no ha alcanzado consenso respecto a la hipótesis que sitúa la tumba de Cleopatra en el templo de Osiris en Taposiris Magna. No obstante, las autoridades egipcias consideran el hallazgo como un aporte esencial para la arqueología subacuática nacional.
Un hallazgo con tintes latinos

Los descubrimientos de Martínez han captado la atención de universidades y centros de investigación de todo el mundo, desde Europa hasta Asia y Estados Unidos. Muchas instituciones le han ofrecido financiamiento, pero ella se ha mantenido firme: quiere que el hallazgo lleve la bandera de República Dominicana. Y es que cuando encuentre la tumba de Cleopatra, quiere que sea un triunfo latino.
Su trabajo también ha revelado posibles restos de estructuras vinculadas a las hermanas de Cleopatra —Berenice, Cleopatra IV y Arsinoe—, lo que refuerza la teoría de que este enclave podría ser el lugar de entierro de la dinastía ptolemaica.
Hoy, Kathleen Martínez se encuentra en la antesala de lo que podría ser uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia. El trabajo en conjunto con buceadores ha reforzado la hipótesis de la investigadora sobre la actividad marítima vinculada al templo que la acerque a la tumba de Cleopatra.
Su empeño, que comenzó como un sueño infantil frustrado, ha desafiado tormentas, burocracia y prejuicios académicos. Y, mientras excava túneles y explora el mar, millones siguen con expectación la posibilidad de que sea esta abogada dominicana quien finalmente revele al mundo el paradero de la reina más célebre de Egipto.