
“El mundo es bienvenido en América. Por supuesto, los jugadores, todos los involucrados, y definitivamente también todos los aficionados“. Así hablaba Gianni Infantino, presidente de la FIFA, en el Congreso del ente rector del fútbol tras haberse reunido con Donald Trump en la antesala del Mundial de Clubes de Estados Unidos. Sin embargo, la política migratoria que el presidente ha impulsado no dice lo mismo.
Menos de dos semanas atrás, el líder norteamericano estableció una prohibición a ciudadanos de 12 países para viajar a Estados Unidos, principalmente de Medio Oriente y África. Al mismo tiempo, medios locales indican que la administración está considerando añadir otros 36 a la medida. Se tratan de acciones que ponen en riesgo el correcto funcionamiento del Mundial de 2026, el cual se celebrará en Canadá, México y Estados Unidos, siendo este último el que más sedes tendrá.
A pesar de que la medida permite el ingreso de atletas para grandes eventos deportivos, como el mismo Mundial, el Mundial de Clubes o los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 2028, los fanáticos no tendrán el mismo destino. Uno de esos casos es Irán, que está dentro del grupo de los 12 países con prohibición, y que ya tiene su plaza asegurada a la cita planetaria.
Haití, que vive una campaña histórica en Concacaf y que no clasifica a un Mundial desde 1974, podría correr la misma suerte en caso de asegurar sus boletos. En el Mundial Femenino de 2023 sus fanáticos ya se hicieron notar, una expresión de las que podrían ser despojados.
“No está preparado para brindar hospitalidad”
Las advertencias dentro del país ya se han hecho. Esta semana el Caucus Hispano del Congreso (CHC) estadounidense, compuesto por legisladores demócratas de ascendencia hispana, advirtieron que la política migratoria actual amenaza el éxito del Mundial. El CHC, que estima que se “atraiga a más de seis millones de visitantes internacionales“, exigió claridad respecto a “cómo pretende cumplir con las responsabilidades de Estados Unidos como anfitrión global“.
La agrupación indicó que apoya “plenamente” la organización de la cita planetaria, pero sugiere que con el actuar del mandatario el país “no está preparado para brindar la hospitalidad, la accesibilidad y la seguridad que millones de aficionados y participantes internacionales merecen“.
De hecho, hinchas de todas las naciones competidoras fueron bienvenidos en el Mundial de Rusia de 2018 y Qatar de 2022, dos países que no gozan de la reputación de libertad y apertura que tiene Estados Unidos. Situaciones que se transforman en un dolor de cabeza para Infantino, quien sigue sosteniendo que la política no tiene cabida en su armonioso mundo del fútbol.
“Es obvio que cuando se trata de competiciones de la FIFA, cualquier equipo, incluidos los seguidores y funcionarios de ese equipo que se clasifica para un Mundial, necesita tener acceso al país, de lo contrario no hay Mundial“, dijo Infantino alguna vez a periodistas en 2017, un año en el que Trump había instalado una prohibición a viajar desde varios países predominantemente musulmanes durante su primer mandato.
La política migratoria actual de Trump se convierte así en un recordatorio importante de que esa visión, donde el fútbol y la política van por separado, sigue siendo tan inocente y fantasiosa como siempre.