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La odisea feminista que no fue

Juntar a un grupo de mujeres con cualquier excusa no es una acción afirmativa en sí misma. Debemos evitar que se trivialice la causa feminista, porque se requiere bastante más profundidad y contenido que el exhibido en la base de Texas para hacer un cambio.

Con un mal gusto difícil de disimular, la empresa aeronáutica del multimillonario Jeff Bezos montó una acción de marketing al más alto nivel. Subió a la cápsula New Shepard a seis destacadas mujeres (entre ellas su pareja Lauren Sánchez) en un vuelo de turismo espacial que les permitió asomarse a ver la curvatura de la tierra y experimentar la falta de gravedad. Diez minutos duró la misión que incluía también a la cantante Katy Perry, a una científica y a una ingeniera aeroespacial entre otras.

“La primera tripulación exclusivamente femenina” fue la frase con que se promocionó la aventura, que busca atraer a clientes privados de billetera poderosa a estos viajes turísticos. ¿Promueve esto una mayor inclusión de mujeres en rubros tradicionalmente masculinos? ¿Habrá niñas que se hayan sentido conmovidas y llamadas a explorar el mundo aeroespacial? Difícil. Todo fue una coreografía bien montada para el lucimiento del propio Bezos que no resistió ingresar a la cápsula con traje de astronauta. Traje que, por cierto, iba a tono con el estilizado outfit que usaban las tripulantes.

Juntar a un grupo de mujeres con cualquier excusa no es una acción afirmativa en sí misma. Debemos evitar que se trivialice la causa feminista, porque se requiere bastante más profundidad y contenido que el exhibido en la base de Texas para hacer un cambio. Llámenme densa o amargada, pero creo que no podemos estar disponibles para hacer pasar como inclusión femenina los caprichos de billonarios que ignoran las urgencias que nos agobian como comunidad de humanos.

Jeff Bezos estuvo en primera fila en la asunción del mando de Donald Trump en enero pasado. Los titanes tecnológicos que participaron se mostraron complacidos con la nueva era que despuntaba y que multiplicaría su poder de la mano del colega Elon Musk desde el corazón de la Casa Blanca. Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas.

Con el desplome del valor de las techies por los juegos peligrosos de Trump, parece que llegó -mucho más temprano que tarde- el momento del sálvese quien pueda. Si tienes una empresa de cohetes y una crisis reputacional, puedes hacer que la gente mire para el cielo y se olvide de que hace poco estuviste abrazando al hombre que hoy tiene a la economía mundial de cabeza. No es descabellado pensar que ese fue el cálculo de Bezos.

Sin embargo, el fundador de esa tremenda empresa que es Amazon, no puede desentenderse del apoyo que ha brindado a un gobierno que toma acciones deliberadas contra las mujeres, que descree de la investigación científica, la autonomía universitaria y la libertad de expresión. El último chiste amargo sobre esto lo hizo el director Chris Columbus, que considera una “maldición” la escena de Mi Pobre Angelito 2 en que Kevin se encuentra con un cuarentón Donald Trump en el Hotel Plaza. “Los opositores a Trump me piden que borre la escena, pero me da miedo que el gobierno me deporte”, señaló.

Volviendo a la misión espacial “ladies only”, -misión de bajo voltaje y altísimo costo económico y ambiental- recordé dos escenas: una de la película Don’t Look Up, en que un grupo selecto aborda la nave del multimillonario que anticipó el choque del meteorito para desembarcar en un nuevo planeta paradisíaco, pero lleno de animales en apariencia inofensivos. En una metáfora del karma que conlleva la ambición sin límites, el empresario es devorado de un tarascón por estos bichos gigantes.

La segunda escena corresponde a la serie The Morning Show, en que una presentadora de noticias (Reese Witherspoon) se ve obligada a abordar una misión espacial igual a esta, acompañando a un entrepreneur (Jon Hamm) sediento de poder total.

Con esta lamentable performance cósmica recordé también a Judith Resnik, ingeniera y astronauta, y a Christa McAuliff, profesora. Ambas tripulaban el cohete Challenger que explotó 72 segundos después de su lanzamiento, en enero de 1986, a vista y paciencia de cientos o miles de millones de espectadores, incluida yo. Es cierto que la tragedia las convirtió en mito, pero ya antes de abordar la nave simbolizaban el inicio del fin del lugar secundario que las mujeres habían experimentado hasta entonces.

Para terminar, creo pertinente citar un posteo que Lady Gaga publicó -y después borró- en sus redes sociales tras la odisea que no fue: “Creo que me he tirado gases (farts) más largos que esto”.

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