
En los últimos días, a varios de los dirigentes del Frente Amplio y de la centroizquierda les vino de manera totalmente sorpresiva, de golpe, un ataque de profunda amnesia. De un día para otro, de un instante a otro, perdieron su memoria, sus recuerdos, incluso los más recientes.
Ha sido una amnesia selectiva, eso sí. Sólo una fracción de su memoria ha quedado en blanco. Sólo unos fragmentos quedaron en el olvido. Han sido justo esas partes, vaya la tremenda casualidad, en las que participa Alberto Larraín y la Fundación ProCultura.
Cuando a estos dirigentes se les pregunta por Larraín y su relación con él, todos, repentinamente, se olvidaron. No se acuerdan o se acuerdan muy poco.
Hoy, todos lo niegan. Todos, cual leproso el pobre Larraín, toman distancia de él. Matizan su cercanía, olvidan sus vínculos, los abrazos apretados, los elogios, los aplausos que le prodigaron, incluso las lágrimas que derramaron en su nombre, la emoción que les provocaba.
Hoy, luego de conocerse algunos chats y conversaciones en que se develan posibles traspasos truchos de dinero, tal vez algunos delitos, el antes gran amigo, extraordinario profesional, casi leyenda Alberto Larraín, es un absoluto desconocido o, como dijo el diputado Diego Ibáñez, simplemente “esa persona”. Alguien que ya ni siquiera merece ser mencionado por su nombre, pero que antes era catalogado, por el propio parlamentario, como “hermano”.
Los políticos nunca se van a cansar de intentar burlarse de la inteligencia de los demás. Siempre van a creer que con una cuña supuestamente bien pensada y bien dicha van a zafar. Y claro, aunque se les exhiba evidencia de que lo que están diciendo es abiertamente contradictorio con lo que dijeron o incluso con lo que hicieron antes, van a tratar de arreglárselas para salvarse con una declaración creativa, aunque sea a todas luces falsa.
Hoy nadie en el Frente Amplio y la centroizquierda dice conocer a Larraín o haber trabajado con él. Pero claro, el archivo no muerde. Ahí están los videos y tuits del diputado Ibáñez expresándole admiración y cariño filial a su “hermano” Larraín.
Ahí están los videos del gobernador Claudio Orrego abrazándolo emocionado en una sesión del Consejo Regional Metropolitano. En septiembre del 2022, desde la Gobernación Metropolitana, encabezada por Orrego, se le entregaron por asignación directa y no vía concurso abierto o licitación, más de $1.600 millones a ProCultura.
La fiscalía pidió acceder a la cuenta corriente de Orrego, quien ya ha tenido que declarar como imputado, porque además, según el ministerio público, habría pedido que ProCultura contratara a un funcionario para que trabajara en la gobernación. Pese a todo, Orrego también desconoció cercanía con Larraín.
La presidenta del Frente Amplio, Constanza Martínez, fue más allá aún, porque su nivel de amnesia fue tal que descartó relación de su partido y el oficialismo con Larraín e incluso se la endosó a la Democracia Cristiana, a los gobiernos anteriores y hasta a los gobernadores regionales.
Audaz lo de Martínez, porque basta con echar una mirada rápida a los montos que ha recibido ProCultura desde 2010 a la fecha y el aumento exponencial se da justo, usted ya lo intuye, en 2022 cuando el Frente Amplio se instaló en La Moneda. Entre 2010 y 2021, los recursos promediaron anualmente poco más de $312 millones. En cambio, entre 2022 y 2023, el promedio fue de más de $2.500 millones al año, es decir, casi 10 veces más.
¿Qué se hizo con todo ese dinero?, ¿Qué proyecto o programas se desarrollaron?, ¿Dónde fue a parar toda esa plata?
Seguro que la amnesia frenteamplista también les impide responder.