En una reciente entrevista, la directora de Presupuestos, Javiera Martínez, asegura —sin inmutarse— que “la situación fiscal está mejor de la que recibimos” y que “este Gobierno ha sido mateo en responsabilidad fiscal”. La afirmación no solo sorprende por su desconexión con la realidad, sino que invita a preguntarse: ¿en qué país está haciendo la tarea la DIPRES?
Si ser “mateo” consiste en repetir errores, sobreestimar ingresos y fallar en alcanzar metas comprometidas, entonces el Gobierno merece matrícula de honor… en irresponsabilidad fiscal. Porque la realidad que muestran las cifras es diametralmente opuesta al optimismo autocomplaciente de la directora.
Según el último Informe de Finanzas Públicas (IFP) publicado, el déficit estructural para 2025 se estima en -1,8% del PIB. Pero si los ingresos no se comportan como espera el Ministerio de Hacienda (lo que, por cierto, ya ocurrió anteriormente), el déficit podría llegar a superar el -2%. No es un desvío menor y menos si se considera que este no será el primer año consecutivo sin cumplir la meta de consolidación fiscal. La “tarea”, al parecer, quedó nuevamente incompleta.
Y no es solo un problema de este año. Las holguras fiscales para el próximo período seguirán siendo negativas y las proyecciones dependen de medidas correctivas cuya implementación es incierta, y de un crecimiento del gasto público que, para ser sinceros, ya parece más una expresión de deseo que una proyección técnica. Por si fuera poco, no se incorporan supuestos realistas sobre inversión pública, lo que deja al país avanzando a ciegas en una senda cada vez más estrecha.
En este panorama, resulta inquietantemente insólito que la directora de Presupuestos haya sido celebrada como “la mejor de la historia” por el propio ministro de Hacienda. Lo que vemos, sin embargo, es a la mejor alumna del desajuste fiscal: ha logrado mantenerse incólume en su cargo a pesar de una cadena de errores, proyecciones fallidas y ajustes forzados año tras año. Mientras las metas fiscales se desdibujan, el relato se sostiene con discursos más que con datos. La permanencia de Javiera Martínez en ese rol no es solo un problema de gestión: es una señal de que, en este gobierno, el costo de equivocarse se paga con aplausos.
El discurso oficial insiste en que estamos “mejor”, pero la evidencia demuestra lo contrario. El Ejecutivo proyecta que los ingresos deben crecer un 10,2% en el segundo semestre para cuadrar las cuentas. ¿Realismo fiscal o simple voluntarismo contable? Lo más preocupante es que esta narrativa maquillada erosiona la credibilidad institucional. Porque si los cálculos de la Dirección de Presupuestos —liderada por “la mejor directora que ha tenido la DIPRES”— siguen desviándose sistemáticamente de la realidad, ¿cómo confiar en las proyecciones para el próximo presupuesto? ¿Cómo discutir política fiscal sobre estimaciones que cada año deben ajustarse abruptamente?
Más allá de los números, el verdadero legado de este Gobierno empieza a delinearse: más desempleo, más informalidad, más desconfianza en las instituciones y —sobre todo— una preocupante desconfianza en la calidad y veracidad de las proyecciones fiscales. Porque si esto es ser “mateo”, el problema no es la tarea: es el cuaderno completo.