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La catarsis de Tohá

Carolina Tohá hizo, en un foro extranjero, lo que nadie en su sector se ha atrevido a hacer en casa, decir la verdad.

A veces las revelaciones políticas no vienen de los adversarios, sino de los propios. Y no pocas veces se dan en los escenarios más atípicos. Y eso fue exactamente lo que ocurrió con Carolina Tohá en su reciente intervención en Francia. La ex ministra del Interior, sin duda una de las figuras más emblemáticas del progresismo chileno en las últimas tres décadas, hizo en público –según detalló Ex Ante- una confesión que la derecha lleva años repitiendo, pero que nunca había sido reconocida por la izquierda chilena con tanta claridad ni desde tan dentro del poder: ese sector tiene un problema estructural con la seguridad.

En su exposición, Tohá dijo, sin eufemismos, que “la seguridad ha sido un tema que toman con mucha naturalidad los grupos de derecha, y le cuesta más tomar a los grupos progresistas, en gran parte porque tendemos a explicar la inseguridad como resultado de otros problemas”. Esa frase, simple pero devastadora, resume décadas de incomodidad ideológica. La izquierda ha mirado la delincuencia con una mezcla de culpa, distancia y justificación. Ha preferido intelectualizarla antes que enfrentarla. Ha tratado al delito como consecuencia social, nunca como responsabilidad personal.

Luego, fue más allá: “La razón por la cual los progresistas tenemos que preocuparnos de la seguridad es que cuando hay temor, las preocupaciones progresistas desaparecen y las personas actúan desde la necesidad de sobrevivir”. Una verdad incómoda, pero incontestable. El miedo destruye el idealismo. La inseguridad desarma cualquier relato de justicia social porque, sin orden ni ley, la convivencia se vuelve una batalla de todos contra todos.

Tohá también reconoció otro punto esencial: “Nos ha faltado decir muchas veces, quienes hemos estado una vida hablando de los derechos de las personas, que la seguridad está dentro de eso. Que puedas caminar libre por la calle, que las mujeres puedan ir en la noche sin asustarse”. Y tiene razón. La seguridad no es lo opuesto a los derechos humanos, es su condición básica. Sin seguridad, no hay libertad; sin orden, no hay justicia.

Pero fue en su última frase donde la exministra dejó al descubierto la verdadera fractura cultural de la izquierda chilena: “Los complejos de izquierda que le tienen alergia a la policía, le tienen alergia al orden público, a hacer cumplir la ley. Hacer cumplir la ley no es algo de derecha. Hacer cumplir la ley es la principal protección para los vulnerables”.

Ahí está la catarsis. Porque no lo dijo un dirigente conservador ni un columnista de oposición: lo dijo quien fue la jefa política de las policías, la responsable de la seguridad nacional y una de las principales voces del progresismo. Lo dijo alguien que estuvo en La Moneda y conoció, desde dentro, la parálisis y la contradicción de un sector que durante años confundió autoridad con autoritarismo, orden con represión y cumplimiento de la ley con conservadurismo.

Lo que Tohá expuso, tal vez sin proponérselo, es que la izquierda vive atrapada en su propio prejuicio. Mientras la derecha casi siempre entendió que la seguridad es el punto de partida de cualquier pacto social, la izquierda la trató como un apéndice incómodo, como un costo moral que prefería dejar a otros. En su afán por explicar los delitos como consecuencias estructurales, renunció a su deber de enfrentarlos.
Por eso su discurso en Francia no fue solo una reflexión, fue una confesión. Una forma de terapia política: reconocer que durante años se delegó el tema de la seguridad a la derecha, mientras la izquierda se refugiaba en diagnósticos sociológicos. Tohá, al hablar desde la experiencia de quien tuvo que dirigir Carabineros y enfrentar la violencia en las calles, rompió con el dogma y dijo lo que nadie de su sector se atrevía a decir en voz alta: que sin ley, los únicos que ganan son los violentos.

Sin embargo, hay algo que Tohá omitió. Porque no se trata sólo de que la izquierda —y muy especialmente el Partido Comunista de la candidata presidencial oficialista Jeannette Jara— tenga complejos frente a la seguridad o alergia a las policías. El problema es más profundo, en demasiadas ocasiones ha mostrado una mirada cómplice frente a la delincuencia, a las tomas, a las barricadas, a la inmigración descontrolada o a los desmanes bajo el pretexto de la “protesta social”. Esa condescendencia ideológica es la que, en los hechos, ha debilitado al Estado y fortalecido la impunidad.

Carolina Tohá hizo, en un foro extranjero, lo que nadie en su sector se ha atrevido a hacer en casa, decir la verdad. Y aunque sus palabras suenen a reflexión académica, en realidad son una autopsia política. La izquierda chilena no perdió el debate sobre seguridad: lo abandonó. Y sólo ahora, cuando el miedo se ha vuelto dolorosamente cotidiano y el país exige orden, algunos empiezan a entender —muy tarde— que la ley no es una herramienta de derecha, sino la única defensa de los que más necesitan protección.

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