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2030

La pregunta clave a formularse sobre el relato 2030 está en la definición de las alternativas con las que se van a abordar los problemas de siempre, es decir la economía de la gente, la educación, la salud y la seguridad. Esos problemas que no serán resueltos en los próximos 4 o 5 años, tal vez por ser endémicos.

“En tiempos dónde nadie escucha a nadie, en tiempos donde todos contra todos, en tiempos egoístas y mezquinos…”. Así descifraba la realidad Fito Paez en Al lado del camino y tal vez, en esta transición indefinida, será el momento de estar al lado del camino.

Esta transición político-social dónde la insatisfacción marca el ritmo de lo cotidiano, lleva al abandono de una batalla electoral que parece inevitablemente perdida para los cultores del “centro” política, quienes deberán prepararse para una futura batalla.

Por eso 2030 se transforma en una oportunidad, porque los extremos de un lado o del otro indefectiblemente fracasan frente a las expectativas de la sociedad.

Chile se encuentra hoy frente a una elección de transición. Una transición en la que se juega una grieta en la que alguno de los extremos, posiblemente el que representa Kast, gane la elección.

¿La sociedad estará dispuesta a un modelo autocrático? Suponemos que no. En ese caso, 2030 será la etapa de estabilización política, dejar de jugar a la transición y a las modas de los extremos para pasar a un modelo de democracia liberal, o de una nueva edición de la socialdemocracia.

Esa batalla 2030 va a presentar una nueva generación de actores políticos que deberán prepararse para ese momento, y por lo tanto recurrir a la construcción de un relato que represente un replanteo novedoso, que signifique un despegue a partir de promover la normalidad política, económica y social en democracia.

La pregunta clave a formularse sobre el relato 2030 está en la definición de las alternativas con las que se van a abordar los problemas de siempre, es decir la economía de la gente, la educación, la salud y la seguridad. Esos problemas que no serán resueltos en los próximos 4 o 5 años, tal vez por ser endémicos.

Las alternativas se constituyen generalmente en tres focos: Las que ponen por delante al país como modelo teórico, las que ponen énfasis en la ideología, y las que hacen foco en el bienestar de la gente.

Una alternativa de poner el eje en el modelo país por sobre lo demás, lo que implica hacer hincapié en acomodar la macroeconomía en términos de crecimiento, inversiones, y todo aquello que pone en carrera a un teórico por sobre un político con calle. Es una alternativa que siempre supone creer en el futuro aunque sacrificando al presente, algo que en política siempre resulta poco efectivo.

La opción de poner el foco en las ideas, algo repetido a lo que plantean los extremos absolutos que pretenden promover una experiencia religiosa creando rebaños obedientes. Aunque puede aparecer en esta alternativa un relato que integre la ideología con modelo país desde una propuesta conductista que exige de un líder prometedor que debe generar confianza en que ese modelo pueda lograr resultados a partir del efecto derrame. Son conductistas los que piensan en un modelo de país a partir de una sola idea, y desde allí pueden percibirse como relatos propios de un liderazgo autocrático.

La alternativa de hacer foco en la gente, tal vez algo políticamente naif y con reminiscencias populistas, resulta atractiva desde la simpatía y empatía de quien es el mensajero del relato. Los relatos que hacen foco únicamente en la gente plantean un presente promisorio, pero que rápidamente cae en un desgaste por incumplimiento.

Frente a las alternativas conocidas, el relato puede ser relevante, pero lo será más el mensajero que deberá plantear una solución pragmática, en la que el modelo país conviva con el bienestar de la gente y la integración de las ideas.

Un modelo país que no sea un caso de estudio sobre economía, sino que tenga la flexibilidad para evitar que la teoría supere a la práctica de lo posible.

Un foco lógico en la gente sin sobrepromesas, y para eso integrar ideas que satisfagan las exigencias de la sociedad sin sesgos únicos.

El pragmatismo con moderación será el relato, y actores políticos con aptitudes de cercanía real con la sociedad son las condiciones para volver a creer en la moderación como sustento de la democracia que, en definitiva, es lo que hay que defender.

El presente inmediato nos presenta experiencias vividas, de ultraconservadores y de progresistas que no dieron resultados, a pesar de exacerbar un discurso cuasi revolucionario en un sentido u otro.

Tampoco el centro moderado ha podido cautivar las altas expectativas, y esa supuesta tibieza hace que vuelvan esos brotes de impaciencia social.

Tal vez, estos moderados que hoy parecen inadaptados serán los que en 2030 intenten una revolución, la que siempre parece necesaria, aunque imperfecta. Una revolución que sostenga como núcleo al progreso, entendido como la paz social, la convivencia democrática y el bienestar general, para lo cual habrá que construir un relato sobre el significado de esos términos para que tengan una dirección sobre la que podamos acordar posiciones.

En 2030 debemos discutir el qué y por qué, y en ese marco diseñar un modelo que es mucho más que las ofertas extremas de corto plazo. Luchemos por alcanzar la colina, no por los caminos.

En el 2030, los tibios serán los provocadores.

2030. La carrera empieza ahora.

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