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Qué pasó ayer

El Frente Amplio puede bien dejar de ser el Pepe Grillo de la sociedad chilena pero no puede dejar de ser una pregunta abierta que esta cuando se cierra sobre sus miedos necesita responder.

The Hangover, dirigida por Todd Phillips, es sin duda un clásico contemporáneo. En ella, cuatro amigos de perfecta clase media deciden celebrar la despedida de soltero de uno de ellos en Las Vegas. Tras un brindis en una azotea, despiertan con un tigre en la tina, un recién nacido en brazos, dientes faltantes y un anillo de matrimonio en un dedo. Y uno de ellos, simplemente, ha desaparecido.

Algo parecido le pasó a la izquierda, a la centroizquierda y parte de la centroderecha este domingo. Todos hemos despertado —los que votamos por Carolina Tohá, algunos de los votaron por Evelyn Matthei, y para qué hablar de quienes alguna vez votamos por Gabriel Boric— con un tigre en la bañera y un recién nacido que no es nuestro pero nos dice “papá”.

Los variados, pero desiguales, intentos de autocrítica que han inundado diarios y grupos de WhatsApp intentan, como en la película, reconstruir lo ocurrido entre el brindis de la victoria de Boric hace 4 años y este despertar abrupto lleno de escenas que no recordamos haber vivido.

Quienes vieron la película saben que el enigma se resuelve con la imprudencia de uno de los invitados drogó a los amigos con un brebaje que anuló todas las inhibiciones y desató una serie de locuras que tardarán en entender y reparar toda la película. La analogía con el estallido, la Convención y los ensayos constitucionales no podría ser más atingente. Como Bradley Cooper y sus amigos, una extraña pócima nos hizo perder toda contención. En una sola noche eterna peleamos con Mike Tyson y nos casamos con Heather Graham. Fuimos felices, irascibles, violentos, alegres, descomedidos. Nos permitimos todo para despertar endeudados, complicados, tímidos, convencionales.

Ese final puede sostener la tesis de que una mayoría silenciosa votó por Kast para olvidar esa noche de pasión y volver a la versión más estricta del orden. Como si el estallido, como el brindis en la azotea, fuera un desastre natural más del que el país puede reponerse. Pero la película dice otra cosa. Porque si bien los amigos encuentran al novio perdido y llegan exageradamente bronceados a la boda, uno de ellos descubre que su pareja lo maltrata y decide romper con ella. Ninguno vuelve a ser el mismo. Tanto así que hay dos secuelas, cada vez más demenciales.

La película sabe, como deberíamos entender nosotros, que esos locos que el brebaje hizo emerger son parte esencial de quienes somos. Que una vez despiertos, no es tan fácil volver a esconderlos. Si Kast y sus partidarios quieren tener éxito —y parecen empeñados en lograrlo— no deben olvidar que el deseo de orden, seguridad y prosperidad no borra el deseo de fiesta, juerga, venganza, justicia, juego, locura y rebelión.

La izquierda, por su parte, debe entender que si insiste en ser el partido de la borrachera, ningún ciudadano sobrio militará en ella. El valor de la candidatura de Jeannette Jara radicó precisamente en no ceder a ninguna nostalgia por la primavera del 2019 y las locuras constituyente que la siguieron. También en ser, sin complejos, la primera candidata presidencial que proviene de una clase popular que vio crecer sus expectativas laborales, monetarias y culturales en esos mismos años. Una encarnación concreta de las tesis de Carlos Peña que no las contradice, sino que las matiza. Mas valiosa porque esa confirmación viene de una militante del Partido Comunista, tan dado a coquetear con la juerga de la que despertamos con un hachazo no solo en medio de la cabeza sino también del corazón.

Es evidente que el Frente Amplio debe sacudirse de esa farra que hasta físicamente encarna (imposible pasar por alto el parecido del Presidente con Zack Galifianakis que el propio presidente explota paseando con su hija pegada al vientre a todas parte). Pero se equivocaría si exagera esa pulsión a madurar a la fuerza. El “Hangover” puede ser caro, pero rara vez impide volver a emborracharse. En Inglaterra no son pocos los que encuentran que el mayor placer de la tomatera es el despertar, es hacer lo improbable, en intentar lo inaudito, en ser todas las posibilidades de uno mismo. En los países donde está prohibido tomar, los matrimonios suelen ser arreglados y las castas, inamovibles. Sin revolución, la tierra dejaría de girar; se acabarían las estaciones, los climas, la vida misma. El Frente Amplio puede bien dejar de ser el Pepe Grillo de la sociedad chilena pero no puede dejar de ser una pregunta abierta que esta cuando se cierra sobre sus miedos necesita responder.

Vamos a necesitar que los partidarios del orden recuerden que hay más de un orden posible. Sobre si este orden es del patrón. Y Kast y sus seguidores deben asegurarse de que lo suyo no sea también una borrachera. La idea de que “Chile por fin despertó” asomó en sus primeros discursos. La visita prematura a Milei nos hizo entrever que otros tigres y otros recién nacidos podrían estar esperándonos en la bañera. Hay pocas dudas de que Milei y Trump son, cada uno a su manera, formas de borracheras. Y que los países que, por desesperación más que por celebración, los han elegido, tendrán que lidiar con sus respectivos hangovers sin haber sido entremedio realmente libres.

Si Kast gusta incluso a quienes no nos gusta, es porque no se emborracha ni emborracha a nadie. Es fome, que es una manera elegante de decir que siendo totalmente alemán, es también profundamente chileno. Pero hasta los fome tienen sus formas de locura. Si Kast no las tuviera, no estaría donde está. Deberá aprender que muchas de las virtudes que lo llevaron a la Moneda serán las mismas que le impedirán gobernar con eficacia. Porque, como sabemos, los mejores presidentes suelen ser candidatos decepcionantes.

Volviendo a la película: esta termina en una boda, que es un poco lo que es una elección para un país. No queremos ser el ave de mal agüero de este matrimonio, aunque nos permitimos recordar que la historia no ha terminado. Apenas empieza. La próxima boda es en Tailandia y hay mafiosos rusos, monjes budistas, drogas, peleas, tatuadores psicóticos

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El Frente Amplio puede bien dejar de ser el Pepe Grillo de la sociedad chilena pero no puede dejar de ser una pregunta abierta que esta cuando se cierra sobre sus miedos necesita responder.

Foto del Columnista Rafael Gumucio Rafael Gumucio