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Mentorías académicas en las universidades

Un programa de este tipo refleja un verdadero compromiso de la institución con el desarrollo de sus académicos, y es necesario que cuente con la confianza de las autoridades, quienes deben comprender que los mentores tienen un rol diferente al de las jefaturas, ya que tienen una mayor libertad para poder evaluar el desarrollo personal e institucional de los profesores.

Desde sus inicios, las universidades se han caracterizado por una estrecha relación entre profesores y estudiantes en la búsqueda de la verdad y el nuevo conocimiento. En este camino, el rol de mentoría ha sido tradicional entre los docentes y sus estudiantes. Sin embargo, en los últimos años se ha destacado este rol de mentoría orientado a los profesores que inician su carrera académica, con el objeto de apoyarlos en su trayectoria universitaria. Esta iniciativa tendría aspectos positivos tanto en el crecimiento y desarrollo de los profesores, como en la consolidación del proyecto institucional.

La palabra “mentor”, proviene de La Odisea de Homero. En la antigua Grecia, Mentor era amigo de Ulises, quien lo deja a cargo de la educación y cuidado de su hijo Telémaco al partir a la guerra de Troya. Por esta historia, desde esa época se define a un “mentor” como a un guía y consejero, orientado al ámbito del aprendizaje y desarrollo personal del “mentorado”, quien mayoritariamente ha sido un estudiante y que en estas líneas se refiere de manera especial a un profesor o profesora en sus primeras etapas de la carrera académica.

De esta forma, se orienta a asesorarlo y a estimular su crecimiento. Esto se realiza en docencia para apoyar la labor educativa, las estrategias pedagógicas y los modelos de evaluación. En investigación, debido a los compromisos de lograr publicaciones de sus líneas de trabajo, es muy importante el apoyo en la presentación de proyectos, búsqueda de recursos y redes académicas. Esto se debe realizar con plena libertad académica, dejando espacios e independencia para potenciar y no opacar el crecimiento del mentorado. La evidencia demuestra que el impacto en el mentorado incluye mayor confianza, una baja de la ansiedad, mejora la autoestima, mejor calidad en las relaciones interpersonales, sentido de pertenencia, mayor retención, mayor preparación académica, apoyo emocional, un desarrollo integral, entre otros aspectos positivos.

El mentor o mentora debe ser una persona de experiencia y trayectoria universitaria, con condiciones de liderazgo y atracción de personas, con amplio conocimiento de la misión de las universidades y de la propia institución. Debe generar confianza, motivación y se espera que inspire y pueda lograr que el mentorado exprese todas sus capacidades en beneficio de su desarrollo personal y el de la institución. Asimismo, debe poseer una escucha activa, generosidad, honestidad, ser solidario, empático, honesto y tener una mirada estratégica y de largo plazo. De esta manera, puede ser de gran importancia en la adaptación del nuevo académico a la universidad, en la toma de decisiones relevantes, conociendo su propia cultura, las relaciones interpersonales y su sentido de comunidad.

Un programa de este tipo refleja un verdadero compromiso de la institución con el desarrollo de sus académicos, y es necesario que cuente con la confianza de las autoridades, quienes deben comprender que los mentores tienen un rol diferente al de las jefaturas, ya que tienen una mayor libertad para poder evaluar el desarrollo personal e institucional de los profesores. Para su adecuado desarrollo, se debe capacitar a los mentores y reconocer y asignar dentro de sus actividades académicas el tiempo invertido en esta tarea. También hay que destacar que los conflictos de interés deben ser evaluados, explicitados y eventualmente ser motivo de desaconsejar la participación de un mentor en un determinado programa. Además, se debe establecer un marco de trabajo con lineamientos éticos que aseguren relaciones respetuosas y equitativas con acuerdos y confianza mutua.

En algunas instituciones, el programa se ha orientado de manera especial a temas específicos y estratégicos en el desarrollo académico, dentro de los que se cuenta el desarrollo de la mujer en la academia; el valor de la diversidad, inclusión y nivelación de oportunidades; la acogida e integración de profesores provenientes de pueblos originarios y de población migrante, entre otros. El impacto en la universidad es muy positivo, e incluye cooperación con la misión institucional, la continuidad y renovación académica, la formación de académicos en futuras labores de liderazgo, el fortalecimiento del clima laboral y avanzar en innovación considerando la propia tradición de la universidad, entre otros aspectos. Sin duda que en esta evaluación, el beneficio es bilateral, ya que junto a lo descrito en el mentorado, el mentor por su parte se beneficia ya que le permite renovar sus conocimientos y estar en permanente contacto con las nuevas generaciones de académicos.

En suma, un programa de mentoría para los profesores jóvenes en una institución universitaria es crucial para su crecimiento y desarrollo, ya que permite un desarrollo más pleno de su cuerpo académico, lo que puede redundar en una mejor convivencia universitaria y en la mejoría en la calidad y aporte académico de la institución. Así también, si se evalúa en términos de la tradición universitaria, estas iniciativas van en la línea que siguen el origen de las instituciones, las que siempre han realizado un trabajo conjunto entre diferentes generaciones, reunidos por el amor a la verdad y a la generación de nuevo conocimiento para servir de mejor forma a la sociedad. Además, esta es una labor generosa de apoyo y acompañamiento que se puede proyectar al país.

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