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5 de Diciembre de 2020

Relajo e irresponsabilidad: así fue avanzando Europa a la segunda ola del coronavirus

Las fiestas sin medidas sanitarias, los movimientos negacionistas de la pandemia y la negligencia de las propias autoridades llevó al continente a tener sus peores cifras de contagios y fallecidos por COVID-19.

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segunda ola coronavirus europa Una fila para las compras en Alemania. Foto: Superbass/Wikimedia Commons
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La temida segunda ola del coronavirus se hizo realidad en Europa, dejando cifras superiores de contagios, miles de nuevos fallecidos y una importante lección para el resto del mundo, que está a la espera de un nuevo repunte de la enfermedad.

El fin del verano durante el mes de septiembre hizo que España, Francia, Reino Unido, Italia y Alemania enfrentaran un incremento en los contagios, los que inicialmente impactaron a la población más joven y menos vulnerable al virus, pero que luego avanzó nuevamente hacia los ancianos y enfermos crónicos, causando estragos en las salas de emergencias de los hospitales.

La irresponsabilidad de algunos grupos sociales, los movimientos negacionistas de la pandemia y las fallas de un sistema que no aprendió las lecciones de la letal primera ola de marzo hicieron que el Viejo Continente retrocediera en todas sus medidas restrictivas.

Todo esto es mirado con atención por los países del hemisferio sur como Chile, que se preparan para un posible rebrote del COVID-19 incluso en la época estival. Aunque con una magnitud diferente, Sudamérica también podría enfrentar un panorama similar si no planifica de buena forma el fin de sus confinamientos y el seguimiento de los casos positivos.

La tranquilidad y las advertencias

Pruebas de medición de temperatura en el Aeropuerto de Milán. Foto: Dipartimento Protezione Civile/Wikimedia Commons

Hasta el mes de junio Europa creyó que había superado lo peor del COVID-19. La llegada de un virus totalmente desconocido, con ningún tratamiento conocido y altamente contagioso hizo que los médicos y enfermeras se encontraran con síntomas extraños y altamente letales en las personas mayores de 65 años.

Con el fin de la primavera y el aumento de las temperaturas, los países comenzaron a relajar sus medidas restrictivas. España finalizó en 26 de junio su estado de alarma, lo que permitió poner fin al confinamiento total y permitir viajes y el funcionamiento de comercios y servicios no esenciales.

Algo similar ocurrió en Italia, uno de los países más golpeados con las muertes generadas por el SARS-CoV-2, que cerró la primera ola con más de 30 mil fallecidos. En su caso, el estado de emergencia siguió vigente, pero se autorizaron los desplazamientos para reanimar la alicaída actividad turística.

Aunque las cosas se veían bien las advertencias no demoraron en llegar. Una de ellas fue entregada por el director regional para Europa de la Organización Mundial de Salud (OMS), Hans Kluge, quien alertó de una verdadera “explosión” de casos debido al cambio de estación.

La OMS no tiene claridad sobre el factor de la estacionalidad con la enfermedad, aunque las investigaciones recientes afirman que los rayos UV emitidos por el Sol son un factor para frenar la replicación del virus. A esto se suman las aglomeraciones y encierros en es cerrados, los que se presentan con las bajas temperaturas.

El fin del verano

El verano europeo llegó a su fin en el mes de septiembre, lo que significó el retorno de muchos turistas que viajaron a otros países de la zona como Croacia y Grecia. También significó el cierre de los trabajos realizados por los temporeros, quienes estuvieron en granjas cosechando la tierra y supervisando los criaderos de visones.

Justamente fue esta última labor la que concentró la mayoría de la atención en España, especialmente en zonas como Aragón y Cataluña, que registraron brotes ligados, entre otros, al contacto con estos animales, que son sensibles frente al contagio.

Una investigación dada a conocer en octubre pasado señaló que la variante genética del coronavirus que se impuso en la segunda ola de Europa está relacionada con los temporeros que se movilizaron entre las localidades españolas y en Países Bajos.

La irresponsabilidad y el negacionismo

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Un grafiti negacionista del COVID-19 en España. Foto: MiguelAlanCS/Wikimedia Commons

En agosto, a medida que el verano iba llegando a su fin, se presentaron varios rebrotes puntuales, muchos de ellos ligados a jóvenes, que aprovecharon la temporada estival para viajar y salir de fiesta.

Un alto consumo de alcohol, una nula distancia social y el mal uso de las mascarillas hizo que este grupo social quedara en la mira de los especialistas.

El tiempo demostró que ellos fueron uno de los principales impulsores de la segunda ola, debido a que inicialmente la mayoría de los infectados fueron personas jóvenes y sanas, quienes no cayeron al hospital. Lamentablemente esta realidad fue cambiando, ya que en octubre pasado el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por su sigla en inglés) detectaron que al menos 13 países subieron en la tasa de contagiados mayores de 65 años, lo que implicó un peligro latente de mortalidad para este grupo etario.

Este elemento también estuvo mezclado con los movimientos negacionistas de la pandemia, los que surgieron en diversas zonas del continente. En Alemania, los grupos nacionalistas de extrema derecha salieron a las calles a protestar contra el confinamiento, mientras que en España se realizaron manifestaciones en contra del uso obligatorio de la mascarilla, las que fueron avaladas por el cantante Miguel Bosé.

Pero además del descuido de la ciudadanía se sumó el rol negligente de algunas autoridades. Los españoles tuvieron enfrentamientos y poca coordinación entre las autoridades para tomar sus decisiones, lo que se mezcló con un precario sistema de trazabilidad, el que no aguantó la cantidad de seguimientos necesarios para aislar a los pacientes positivos.

La ruta a la tercera ola

Personas haciendo una fila en una calle de Saint-Étienne, en Francia. Foto: Touam/Wikimedia Commons

Hasta el momento Francia parece ser el país más afectado de Europa con la segunda ola del coronavirus. El 7 de noviembre, las autoridades sanitarias informaron de 86.852 casos diagnosticados en la jornada, cifra nunca antes vista en todo el continente. Diez días después, el país alcanzó los 1.219 fallecidos en el día, número que aún no llegó al récord de 1.438 decesos registrados el 15 de abril.

Ante esto, el presidente Emmanuel Macron decidió aplicar un confinamiento extendido hasta el 1 de diciembre, el que entre sus elementos particulares no contó con el cierre de escuelas. El 25 de noviembre pasado, el mandatario anunció a la nación que el territorio “ha superado el peak” de contagios, lo que permitió una paulatina reapertura pensando en la proximidad de la Navidad y Año Nuevo.

Las fiestas de fin de año encendieron las alarmas de la OMS, que teme que con las múltiples reuniones familiares se geste una tercera ola de coronavirus en Europa, la que tendría efectos más catastróficos que la segunda.

“Es recomendable celebrar en casa, evitar reuniones con gente de fuera de ella, y si hay encuentros, preferiblemente deben ser en el exterior, con distanciamiento físico y llevando mascarilla”, expresó el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Italia decidió reforzar todas las restricciones durante las festividades (que también calzan con las vacaciones de invierno), mientras que el Reino Unido tiene gran parte de sus esperanzan en la llegada de la vacuna del laboratorio Pfizer, la que llegará la próxima semana y que se aplicará a las personas más vulnerables.

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