La presencia de Alberto Larraín y de la fundación ProCultura en la Isla de Pascua dejaron un recuerdo amargo en la comunidad rapa nui. A los isleños les cuesta hablar de los hechos. Algunos se sintieron engañados y otros tienen aprensiones con involucrarse en el caso que ha remecido al oficialismo, por la estrecha vinculación con el partido del presidente Gabriel Boric y con el mismo mandatario.
Para reconstruir el controvertido paso del cuestionado psiquiatra por el ombligo del mundo, EL DÍNAMO accedió a varias historias clave que delinean cómo se movía su ambición por conquistar Rapa Nui con su fallida fundación.
El millonario anónimo
Los viajes a Isla de Pascua en primera clase, con nana e hijos incluidos, que fueron revelados por El Mostrador, son solo la punta del iceberg de la imagen que Alberto Larraín quería instalar entre la comunidad isleña.
La obsesión por instalar a ProCultura en dicho territorio -que ha sido relatado en varias declaraciones judiciales vinculadas al caso-, partió incluso antes de comenzar a tender sus redes en la isla.
Su presencia, primero, fue a distancia. Y pese a la lejanía con el continente, sabía perfectamente qué puertas tocas para expandir su influencia. En medio de la pandemia -y con la isla cerrada a turistas-, la administración del Parque Nacional Rapa Nui, en manos de la comunidad local de Ma’u Henua, pasaba momentos complejos.
Sin ingresos, la noticia de un benefactor que iba a ayudarlos con recursos frescos era bienvenida.
Aunque nadie sabía la identidad de quién les daría un alivio financiero, ni tampoco las condiciones, se habían generado expectativas con la promesa que las buenas noticias venían de Santiago.
¿Se trataba de un filántropo, de alguien con interés en desarrollar algún convenio con la administración de los recintos patrimoniales? No había mucha información, relató a EL DÍNAMO un testigo que prefiere mantener reserva de su identidad y recuerda el día que la donación llegó.
Fueron $10 millones que fueron depositaron en sus cuentas. Un monto bajo para el nivel de gastos que requiere Ma’u Henua, pero que de todas maneras les daba aire en medio de la crisis sanitaria.
Aun sin conocer la identidad de la donación, las consultas al interior del directorio fueron si esas platas debían rendirse y a quién.
Mientras eso se definía, la administración optó por destinarlo para gastos operacionales. Bencina para los autos que utilizan para supervisar la actividad en los parques y otro poco para cortes de pasto en los recintos que alberga el parque nacional.
Ya una vez abierta la isla para visitas, en la mesa de Ma’u Henua se presentaría el famoso benefactor que había depositado estos $10 millones. Todo lo había hecho como un acto de confianza hacia esa comunidad, aseguró en dicha instancia.
Se trataba de Alberto Larraín. “Él se presentó acá como amigo del Gobierno, que era muy cercano a la polola del presidente (Irina Karamanos), que su pareja (Sebastián Balbontín) era Core (de Valparaíso). Que era el responsable de las Iglesias de Chiloé y que iba a conseguir muchos recursos para la isla”, recuerda un testigo que participó en dicha reunión.
Sin embargo, la presencia de Larraín al interior de Ma’u Henua generó roces. Esto ya que en la isla muchas relaciones operan en base a la confianza y Larraín era un completo desconocido. La presencia de Larraín en una de las organizaciones tradicionales de Rapa-Nui comenzó a incomodar.
Justo en medio de los incendios de octubre de 2022 en la isla, Larraín dio algunas entrevistas a nombre de los lugareños, lo que molestó a quienes consideraban que era una persona a la que no conocían.
Uno de sus vínculos con Rapa Nui era a través de la arqueóloga Sonia Haoa. Tiempo después fue ella quien le pidió al equipo del parque nacional que hiciera una rendición de los $10 millones entregados.

Larraín se jactaba de su cercanía con personeros de la ONU y autoridades del Congreso, además de funcionarios del Consejo de Monumentos. Todos, según su relato, lo ayudarían para ser parte de una red de patrimonios culturales que accederían a fondos permanentes del Estado. Esos aportes, claro, nunca llegaron.

¿Estamos todos locos?
El ex alcalde de Rapa Nui, Pedro Petero Edmunds Paoa, recuerda perfecto de Alberto Larraín. El psiquiatra le pidió una audiencia cuando había comenzado a viajar frecuentemente a la isla.
En esa cita, Larraín le pidió al entonces jefe comunal apoyo para patrocinar un proyecto de salud mental. Edmuns recuerda haber escuchado un diagnóstico bastante radical de Larraín.
“Este señor se presentó como presidente de una fundación y que venía a ver si podría patrocinar un proyecto para ahondar en un estudio donde arrojaba que la gran mayoría de la juventud Rapa Nui estaba con problemas de la salud mental, casi al borde de la esquizofrenia por tres casos en los últimos veinte años”, relata a EL DÍNAMO el ex alcalde rapa nui.
A Edmunds Paoa le molestó el tono, para él, de alguien que no los conocía. Sintió que alguien externo le venía a decir que “todos estaban locos”. Edmunds le dijo que lo le interesaba el proyecto.

Poco después, recuerda haberse encontrado con el director del hospital de Rapa Nui, Juan Pakomio, a quien le preguntó qué opinaba de este análisis del afuerino.
“Coincidimos en que este tipo era un verdadero chanta, que andaba buscando que nosotros le justifiquemos un proyecto para buscar recursos”, añade.
Larraín no se daba por satisfecho. Su plan implicaba levantar unos $1.200 millones del gobierno regional para financiar su idea de un programa de salud mental para la isla. Por eso acudió a otras instancias para lograrlo, pese a no contar con el apoyo del municipio. Incluso, aquel fue el tema de su tesis de doctorado en la Universidad de Chile, según consta en los registros aún disponibles en internet de la casa de estudios.

“Era muy mesiánico, con un discurso que estaba salvando al mundo. Decía que era un psiquiatra muy famoso que había estado en gobiernos de derecha y de izquierda influyendo en políticas de salud mental del país”, comenta un habitante de la isla que lo conoció de cerca.
Sus intentos habían implicado acercarse en paralelo a la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi) y a la Comisión de Desarrollo de Isla de Pascua (Codeipa) y presentar el proyecto en el Core de Valparaíso.
En una de estas reuniones en Santiago, que tuvo lugar en el Palacio Pereira, Alberto Larraín -una vez más- insistió en la urgencia del proyecto de salud mental y en el delicado estado de salud de los estudiantes de Isla de Pascua, situación que los acercaba vertiginosamente a casos de suicidio.
“Edmunds se enojó y le dijo delante de todos que nadie le iba a venir a decir que su comunidad estaba loca. Lo dejó de vuelta y media callado”, recuerda un asistente a la cita.
El vacío
Los isleños son bastante sociables. Sobre todo, cuando ven a nuevas personas que visitan la isla, ya sea por trabajo o por turismo. Cuando esas visitas se repiten, los suelen integrar a sus círculos sociales.
Esta característica es algo que Alberto Larraín también quiso cultivar en la isla. Así, se acercó a personas de su edad y que tuvieran hijos en edad similar a los suyos. “A él le interesaba hacer vínculos con gente cercana al alcalde. A esa gente se allanó, que fuera cercana a las autoridades”, asegura alguien que lo conoció.

En la isla arrendó una casa a una reconocida vecina del territorio insular, Nelly Manumatona. En esa propiedad operaba la fundación y allí, además, se quedaba con su familia cuando viajaba.
Manumatoma es, además, una persona respetada en la isla, por lo que Larraín se sentía ciertamente apadrinado con su venia. Con ella decía compartir su cercanía a Dios.
“Ella vio en este vendedor de ilusiones, megalómano y que hablaba siempre de 500 (millones) para arriba una oportunidad para mejorar las condiciones de la isla, en un tema sensible como es la salud mental. Pensaba que se podría ayudar a la educación de los niños y lideró un pequeño proyecto con adultos mayores enseñando a niños”, circuló en un chat comunal estos últimos días.

En ese mismo sitio, era vecino del médico Carlos Schlak, con quien tejió cercanía. A nivel social también fue integrado a grupos de amigos donde estaba el diputado Hotuitu Teao y su esposa, Francisca Ayala. A su círculo se sumaba el fundador del ballet Kari Kari Lynn Rap, además de su equipo en la isla, compuesto por Paula Rosetti, Adriana Soler y Alejandra Naranjo.
Cuando el caso de las malversaciones explotó Alberto Larraín estaba en Rapa Nui. Optó por encerrarse y si bien algunos de los cercanos quisieron saber qué pasaba, no hubo respuesta aclaratoria. No salió del encierro hasta que volvió al continente. Y tal como Larraín llegó a la isla, un día, simplemente no volvió más.