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23 de Diciembre de 2021

Claudia Leal, teóloga: “Nadie que haya estudiado Ética, puede negarse al feminismo”

La profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Católica, que lleva los últimos años trabajando en la crisis a causa de los abusos sexuales en la Iglesia, nos habló desde Eslovaquia, donde ha pasado con su familia estos tiempos de pandemia. Desde allá, analiza el paso lento con que avanza la cultura y la institucionalidad católica para asumir el rol de las mujeres, la igualdad, los derechos de las minorías y por qué se puede –y debe– ser católica y feminista al mismo tiempo.

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Claudia Leal La teóloga actualmente se encuentra viviendo en Eslovaquia y en julio de 2022 podría regresar al país. CEDIDA
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Cuenta que en su “eslovaco tarzánico”, obviamente, no puede hablar de teología con nadie, pero sí se maneja en todo lo cotidiano: llevar a los niños al colegio, hacer las compras del supermercado, conversar con sus suegros.

La doctora en Teología Moral, académica de la Universidad Católica de Chile, que se ha dedicado los últimos tres años a trabajar en el tema de la crisis a causa de los abusos sexuales en la Iglesia, Claudia Leal (43) se fue a Eslovaquia, la patria de su marido. Lo hizo, cuando la pandemia la obligó al teletrabajo en jornada completa y sus múltiples roles convirtieron su vida, la de su esposo –quien está terminando un doctorado en Filosofía en la Universidad Alberto Hurtado– y de sus dos hijos pequeños, “en un caos”.

-Si seguíamos así, íbamos a terminar mal. Yo tenía que hacer clases, investigar, pasarme todo el día en la cocina, intentar ayudar a los niños en sus actividades de prekínder y kínder, y la señora que me ayudaba habitualmente no podía venir por la cuarentena. Así es que tomamos nuestras cosas y nos instalamos en la casa de mis suegros en Eslovaquia. Acá ni en lo más duro de la pandemia, los colegios cerraron y se suspendieron las clases. La vida se mantuvo con mucha normalidad y nosotros pudimos seguir trabajando desde acá. Y, aunque el eslovaco es una lengua donde nada te resulta familiar, para lo cotidiano me las arreglo y mi marido y mis hijas no tiene problemas.

Cuenta que probablemente regresen a Chile en julio próximo, cuando el año escolar eslovaco se cierre. Ese será el momento del retorno a Santiago.

-Es importante a la hora de los balances, cómo la pandemia ha hecho visible el que las mujeres cuidan, un rol que es parte central de la ética contemporánea. Gracias a ese ejército invisible de mujeres que han cuidado a niños, a ancianos y a enfermos, es que la sociedad logra desarrollar políticas públicas sociales, pero cargándoles la mano a las mujer y ahora, por el COVID-19, lo hemos visto claramente. Otro balance es la gran capacidad de adaptación que hemos tenido como académicos. Todos hemos estado expuestos a una vulnerabilidad exponencial, no sólo por el manejo de programas, plataformas, aparatos, sino porque es muy complejo hacer clases sin ver directamente a los estudiantes. Ese contacto cotidiano, cara a cara, no está y eso hace que una se sienta muy sola. Es notable cómo hemos logrado mantener el funcionamiento académico y ese es mérito desde el rector hasta el último funcionario– reflexiona hablando por la Universidad Católica, de cuya Facultad de Teología es parte desde hace una década.

-¿Por qué es tan importante para ti como profesora el contacto cara a cara?
-Yo soy profesora de ética y en ética lo más importante que acontece en el aula es que te expones a los que piensan distinto. Produce frustración y fatiga el no tener cerca a esos otros que piensa distinto a ti. Eso se perdió a causa de la pandemia y se hace mucho más fácil en estas circunstancias seguir pensando lo que siempre has pensado.

Claudia Leal tiene dos tipos de estudiantes en la Facultad de Teología: los de postgrado y los de pregrado, que se están formando para ser curas o religiosas, aunque también hay laicos. “La mitad son extranjeros, porque la nuestra es la facultad con más estudiantes extranjeros de toda la Universidad Católica. Representamos el diez por ciento del alumnado y las mujeres somos el quince por ciento”.

La académica dicta todos los años un curso semestral donde se inscriben desde bioquímicos hasta cantantes: “La sexualidad en la tradición cristiana”, se llama. “Y muestra que esa tradición es mucho menos monolítica de lo que se piensa”.

Intriga que una mujer tan moderna, feminista, empoderada, inquieta, se dedique a la teología, disciplina que parece tan alejada de lo práctico, de lo concreto, de lo tangible y cotidiano. Nos dice: “Llegué a estudiar Derecho en la Universidad de Chile cual Carmela de San Rosendo. Egresé, pero no me titulé”.

-Como Boric, el presidente electo…
Se ríe. Y responde: “Tal cual: egresé de Derecho en la Universidad de Chile y lo agradezco como formación, pero no me titulé… igual que Boric –dice y agrega su impresión del resultado electoral. Dice: -Ninguno de los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta me satisfacían, pero estoy muy esperanzada con el resultado. Expectante. Y me hace muy bien pensar que fueron las chilenas menores de 30 años las que definieron la elección. Eso es súper interesante”.

Los padres de la teóloga viven en Linares. “Mi mamá fue profesora normalista y dedicó toda su vida a trabajar con niños de enseñanza básica. Hoy está cercana ya a los 80 años. Tengo una hermana menor, que es abogada. Yo había sido parte de la Pastoral Juvenil de Linares en la época de monseñor Carlos Camus. Esa fue una aproximación a la parte intelectual de lo religioso. Y por, cuando egresé de Derecho, decidí hincarle el diente a Teología. Si cuaja, me dije, bien y si no, nunca será tiempo inútil ni perdido. La Teología Moral es el cruce entre ética y, un dilema en que la gente se juega su felicidad. Es la categoría en que decides qué es lo bueno y qué es lo malo”.

-Ser profe me imagino que es la manera como se gana la vida un teólogo…
-Ser profe es la consecuencia lógica del estudio, aunque uno sepa que podría verse expuesta a la precariedad económica. Cuando terminé mis estudios, decidí ir a Roma a hacer un postgrado, luego volví y regresé a la Católica, donde había dificultades para encontrar profesores de Teología Moral, porque no existe la especialidad como tal. En realidad, nunca he tenido dificultades para encontrar trabajo.

-Y hoy uno de tus importantes trabajos es investigar el tema de los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Como católica, ¿no te afecta?
-La Teología Moral tiene aspectos que no se pueden soslayar: las consecuencias éticas de ser cristiano, de creer en Jesucristo y su actuar, es algo que debe tener consecuencias. Tú no tienes que creer en Dios para ser una buena persona, pero es importante que si eres cristiano, tengas comportamientos éticos siempre. A mí me ayudó mucho para avanzar como académica, persona y cristiana comprender que la Teología Moral te debe llevar a plantearte permanentemente qué debemos hacer en cada circunstancia y por qué actuamos cómo actuamos. Uno tiene innumerables roles que despliega en su comunidad y en cada una de esas identidades vas mostrando tu verdadera manera de ser.

-Escuché al rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, a propósito de su más reciente libro, que en Chile hemos pasado de ser ciudadanos que buscaban el bien común, a individuos que se la juegan por las más diversas causas, desde animalismo a feminismo, todas muy particulares y específicas. ¿Qué crees tú de esa mirada?
-No puedo no estar de acuerdo. Aunque no me parece malo que nosotros o, mejor dicho, que mis estudiantes mucho más que yo, sean la generación de la sensibilidad frente a las minorías. Ese es el hoy. El otro día mis estudiantes me hicieron ver que cuando yo hablo de diversidad sexual, no incluyo a los asexuados. Y es cierto, en mi mapa mental, yo no estaba incluyendo a ese grupo. Hoy es muy lógico oír a un hombre hererosexual sentir que ha sido muchas veces discriminado porque no ha podido mudar a su guagua. Y estamos lejos de resolver estos problemas. Son cambios culturales gigantescos por los que estamos transitando.

-¿Qué piensas del lenguaje inclusivo, que tiene mucho que ver con esto?
-No me disgusta tener esos problemas sobre el cómo decir, el cuándo decir, y no quiero que me los resuelvan rápido, prefiero instalarme en el problema desde la incomodidad y, además, este es un tema muy propio de los cambios y de las sensibilidades que estamos viviendo.

Primera mujer con voz y voto entre los obispos

Claudia Leal es colega y amiga de Marcela Aranda, la teóloga denunciante de los abusos del sacerdote Renato Poblete. Trabaja con ella en la Facultad de Teología. “Me cuesta mucho hablar de ella, porque la quiero mucho y tengo un respeto infinito por la generosidad que ha tenido para llevar adelante este proceso tan doloroso. Ha pagado un precio muy grande por dar la cara públicamente, a pesar de ser la víctima. Ha sido muy, muy valiente. Ciertamente, ese caso sigue dejando una sensación de que las cosas no se han cerrado plenamente y es un caso emblemático del abuso a mujeres en la Iglesia chilena”.

-Como mujer cristiana, ¿cómo ves la actitud de la Iglesia Católica?
-Creo que en esta institución no hemos contado con una cultura del accountability; lo que significa que los líderes ejerzan su rol rindiendo cuentas por sus resultados de manera autónoma y responsable. Nuestras autoridades no han estado obligadas a cumplir lo que ellos mismos se autoimponen. Creo que desde 2013 en adelante, la Conferencia Episcopal frente a las crisis de abusos, cambió de actitud y habló de cero tolerancia, de dar credibilidad a las víctimas y de entregarles apoyo y reparación. Si nos quedáramos con esas declaraciones, pensaríamos que la institución lo ha hecho regio, pero sucede que si algunas de nuestras autoridades siguen incumpliendo las normas que ellas mismas se dan, no pasará nada. Las cosas no se transforman sólo por declararlo por escrito en un papel.

En un podcast de la Compañía de Jesús, con el título “¿Tiene sentido?”, donde me tocó participar este año, hablamos con Claudia Leal de un hito real que se produjo este 2021 en la jerarquía de la Iglesia: el nombramiento de la religiosa franco canadiense Nathalie Becquart, responsable del apostolado de los jóvenes en Francia, a quien el Papa Francisco nombró como subsecretaria para el Sínodo de los Obispos, cargo que por primera vez es ocupado por una mujer. “Francisco ha sido coherente a lo largo del tiempo, poniendo a mujeres en cargos donde nunca antes estuvieron. Pero eso no basta. No garantiza que tener un nombramiento te haga parte de los círculos de poder. Los segundos valen más que los cargos”.

-¿Qué conclusión sacas tras tres años trabajando en la crisis eclesial a causa de los abusos?
-Mi gran conclusión es que tenemos que caer rotunda y conscientemente en la cuenta de que todos los que hemos sido parte de la Iglesia nos instalamos en posiciones desde la comodidad de ciertas creencias. Por eso, es importante que si hoy veo un acto abusivo, debo reaccionar de inmediato, no actuar cómo lo hice o no lo hice hace veinte años atrás. Todavía hay intentos muy infantiles de poner líneas divisorias entre los buenos y los malos, los culpables y los inocentes. La crisis no ha terminado. Nosotros hemos conocido los relatos de un grupo de víctimas, que son varones de la zona central de Chile, con nivel un educacional que les permite instalar su relato en los medios, pero no sabemos a ciencia cierta qué ha sucedido con las mujeres, con la gente de provincia, con los propios sacerdotes. Muchas veces cuando los curas recorren sus vidas se encuentran con muchos sentimientos de ambigüedad. La situación chilena en este tema es en cierto sentido trágica. En un momento existieron las voluntades para crear una Comisión de Verdad Independiente, con la participación académica de algunas universidades para que el informe resultante fuera enviado por el Parlamento a las organizaciones de derechos humamos, pero no hubo voluntad política para cristalizar esa idea. Esto porque muchas autoridades tienen tejado de vidrio frente al tema del Sename, al no haber actuado frente a tantos años de abusos y violencia contra los niños más vulnerables.

La académica, sin embargo, está optimista. Dice que “es muy significativo todo lo que se ha hecho para dar credibilidad y voz a los que generosamente comparten sus experiencias de abuso con la comunidad para que se haga justicia. Y esto porque esos episodios trascienden ampliamente la historia de una persona”.

-¿Cómo han reaccionado las personas comunes y corrientes frente al tema de los abusos sexuales y de poder?
-Veo que hay sed de conocimiento en esta materia. La gente quiere formarse en los temas de abuso, en la aproximación de género a la realidad, dentro de las distintas comunidades de pertenencia. Se aspira a que las relaciones humanas sean mucho más ambiciosas en términos éticos. Lo veo en la Universidad, en los colegios, en las parroquias. Me da esperanza sobre todo a nivel universitario. Conozco a cinco grupos de mujeres que se preguntan sobre la posibilidad de ser religiosa y ser feminista al mismo tiempo, y no son sólo católicas. Hay mujeres judías, cristianas, evangélicas, católicas.

-Tú misma te declaras feminista…
-A estas alturas del partido, sí. Cualquiera que haya estudiado ética social, no puede negarse a la causa del feminismo. Una sociedad donde las mujeres tienen los mismos derechos y oportunidades que los hombres es un mundo más feliz. Y me da mucho qué pensar el ser madre de un niño y de una niña. Yo quiero que ellos comprendan y logren florecer como personas con las mismas oportunidades. Desde el punto de vista cristiano y desde el feminista, Dios quiere para ambos una vida plena.

-Estos temas están muy presentes en el espíritu de la Convención Constitucional. ¿Cómo has visto su trabajo con la distancia que te da estar en Eslovaquia?
-Tengo una enorme expectativa en la Convención Constituyente. Integrar la preocupación con el medio ambiente, por la igualdad de género, por los derechos de los grupos LGBT+, por todas esas preocupaciones que dan cuenta de una gran conexión con las minorías, me parece muy importante. A mí se me pararon los pelos con el discurso de Elisa Loncon al asumir en julio pasado. Sentí que era generoso y acogedor con todos, que es lo que hoy se necesita –concluye nuestra entrevistada, que está 4 horas más adelante en el tiempo, allá en Eslovaquia, lugar que, cuando conoció a su marido, no era capaz de ubicar en el mapa, y ahora ha sido su amable refugio en tiempos de COVID-19.

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